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La base de un buen sistema de trasplantes es la equidad y la trasparencia


 

El pasado domingo se empezó a esbozar una alarmante noticia. Se anunciaba un fraude al sistema español de trasplantes, que lleva casi un cuarto de siglo a la cabeza de la donación y trasplante de órganos en todo el mundo. Al día siguiente comparecieron en rueda de prensa representantes de la Guardia Civil, encargada de investigar la operación, el director de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT), Rafael Matesanz y el consejero de Sanidad madrileño, Jesús Sánchez Martos. 

 

Todo empezó cuando la propia ONT detectó un gran número de personas procedentes de Bulgaria en las listas de espera para trasplante de riñón. Se analizó su situación y se descubrió que 14 de ellos habían entrado en el listado a través de contratos falsos de trabajo, que eran especialmente llamativos ya que en algunos casos los enfermos decían trabajar en tareas poco acordes con su condición médica, por ejemplo en el sector de la construcción. Seis de estas personas llegaron a obtener un trasplante. 

 

El fraude ha supuesto una pérdida de 1,5 millones de euros para la Seguridad Social, pero más allá de las cifras está el daño que esta noticia puede hacer al prestigio de un sistema admirado e imitado por muchos países. Para ello es fundamental destacar cómo precisamente la eficacia de este sistema ha permitido que la estafa saliera a la luz y de esta forma se ha evitado que haya podido llegar a más, atrayendo a mafias que se lucraran con la desesperación de personas que ven imposible conseguir un órgano en sus países de origen. No hay más que comparar la tasa de donación de Bulgaria en 2014, de 5 por millón de habitantes, con la de España, que el año pasado rozó los 40 por millón (casi el doble que la media europea), para entender que eligieran este país como destino del llamado “turismo de trasplantes”. 

 

En 2015 el número de donantes y el de trasplantes crecieron un 10 y un 9,4 por ciento respectivamente, pero el Ministerio de Sanidad español espera que en cinco años se alcancen los 5.000 pacientes trasplantados. Para lograrlo es fundamental mantener la confianza de los ciudadanos en el sistema, para que no duden a la hora de hacerse donantes o aceptar donar los órganos de sus familiares. 

 

Si empieza a haber sospechas de inequidad se destruiría la credibilidad del programa de trasplantes español, que ha costado tantos años construir. La transparencia es un pilar básico, porque cuantos más datos conozcan los futuros donantes y los receptores, más seguridad tendrán si pasan a formar parte de él. Precisamente la rueda de prensa del lunes contribuyó a ello, aunque parezca una contradicción porque pudimos ver que las alarmas saltaron y que no hay cabida para ningún tipo de tráfico de órganos en el sistema español, una lacra que afecta en todo el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), a entre un 5 y un 10 por ciento del total de trasplantes. Esta es la Marca España que hay que fomentar, para que otros países apliquen y adapten a sus sistemas de salud el ejemplo español.

 

 

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