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Mientras tantoLa importancia de llamarse Sándwich

La importancia de llamarse Sándwich


Quien crea que vivimos en una meritocracia es un ingenuo. Nos guste o no, los nombres ilustres –o mejor dicho, los apellidos- siguen importando. O lo que es mejor, conservan el atractivo necesario para cautivar a las masas y quitarles dinero… todo en un mismo paso. Eso sí, siempre con mucha distinción. 

 

Y sino observen al conde John Edward Hollister Montagu, uno de los noventa parlamentarios que conservan su escaño en la Cámara de los Lores del Reino Unido por derecho cuasi hereditario. Lord Montagu, Conde de Sándwich, no solo está emparentado con lo más rancio de la nobleza europea –una de sus nueras es la hija del Duque de Wellington, también conocido en España como el Marqués de Douro y Duque de Ciudad Rodrigo. Sino que además se ha hecho increíblemente rico explotando la “marca” familiar.

 

Aprovechando que su ancestro más ilustre es el creador del popular aperitivo (el cuarto Conde Sándwich era tan adicto a las apuestas que ideó en el siglo XVIII el bocata para mitigar el hambre entre partida y partida), Lord Montagu fundó en 2002 la franquicia de restaurantes americanos Earl of Sandwich. Con tiendas en Londres, París, Orlando y otra media decena de ciudades de la “América profunda” (desde Texas hasta Michigan), y un inminente desembarco en Nueva York, «El Honorable» no ha dudado ni por un segundo en incluir su ilustre apellido dentro del menú, ofreciendo bocadillos de cuatro euros como el “Montagu Completo” (ternera a la plancha, queso cheddar y salsa de rábano cremosa) o el “Conde Club” (pavo, tocino, queso suizo, lechuga, tomates).

 

Como subrayaba «The New Yorker» hace solo algunas semanas, “los Montagus, como el conscursante de reality (y príncipe) Lorenzo Borghese, no se avergüenzan de hacer dinero nuevo con un nombre viejo”. Una auténtica cátedra de marketing. Y, sin perder la clase.

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