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La Plage


Home (Benjamín Biolay & Chiara Mastroianni): La Plage (Home, 2004)

I. La marea

El año nace en la playa. Sobre el espectro del mar negro, un flamenco se despierta en la orilla, alzado sobre su delgadísima pata como un signo de interrogación. Un hombre aparece tras las rocas trotando con nuevos propósitos. Sus huellas son borradas por las olas sistemáticamente, sin clemencia. Las toallas se van plantando sobre la arena, ese cofre diseminado de polvo áureo que guarda más tesoros de los que muestra. La gotera celeste libera una lluvia constante que tintinea en el océano. Una mujer nada desnuda y sueña con un viento azul. Los niños llegan sin pausa y juegan, aún sin miedo. La ilusión es una pelota de playa que hay que mantener en el aire, sin dejar nunca que caiga sobre la arena. Después, alguno se pierde, siempre hay un niño que se pierde en la playa, todos los niños se pierden alguna vez en la playa. La brasa de un cigarro brinda un guiño al sol, y los aviones surcan el cielo, paralelos a la frontera del horizonte. Antes sembraban la costa de regalos, ahora sólo arrastran anuncios estériles. El mar lo contempla todo, y sin embargo calla, o apenas murmura. Por la gracia de la marea, nada permanece. Pero también es ella quien garantiza que siempre regresa el eco de lo que estuvo, la memoria de lo que pasó. No hay naufragio que no encuentre una playa donde depositar sus recuerdos.

II. La belleza

Si se habla de Francia y de BB, ya no se piensa exclusivamente en Brigitte Bardot. Cada día con más fuerza, un nuevo BB, Benjamin Biolay, sustituye aquella belleza por otra, más ruda pero de similar alcance. El nuevo BB de Francia es un hombre, bello y bravo, y recita canciones que invaden, como la marea, las playas de la emoción. Esta versión original francesa de Benicio del Toro, heredero natural de Gainsbourg, conquistó hace unos años el corazón de Chiara, la hija de Marcello Mastroianni y Catherine Deneuve. Con ella alumbró un disco bellísimo, doméstico y universal, Home, que incluye esta evocadora y misteriosa canción, un bálsamo para estos días huecos y lluviosos. 

 


III. La soberbia

El año se apaga o muere, como la playa en la que se pierden los gritos, alegres o inquietantes, de los últimos niños. La nadadora se marcha apenas cubierta por una toalla azul. El hombre que trota regresa a las rocas de las que surgió. El flamenco rosado se duerme. No queda rastro de cigarros ni de aviones, el mar murmura y calla, la marea no descansa. 2009 se cierra con otra obra magna, soberbia, de Biolay, quizá su mejor álbum: La Superbe. Queda constancia en este elegante clip, dirigido por la delicadísima fotógrafa Clarise Canteloube y con la presencia majestuosa y mágica de Marie Agnes Gillot.

IV. Paroles

La Playa de Biolay no se encuentra en la red. No hay clip alguno, ni rastro siquiera de su letra. Biolay recurre con asiduidad a los juegos de palabras y no duda a la hora de forzar la rima. No es fácil traducir a este poeta, pero Blanca Plastic lo hace con una naturalidad asombrosa y envidiable complicidad.

 

La playa 

Los flamencos se marchan

Sin hacerse la más mínima ilusión

Sobre los hombres

Las mujeres

Desnudos

 

La marea alta viene

Gracias a ella, no queda nada

De la muchedumbre

Infame

Desnuda

 

Te esperaré en la playa

O a lo largo de las piscinas

Fumando resina

Mintiendo sobre mi edad

 

Te esperaré en la playa

Cerca de un aerosol

En el sexto subsuelo

O con un pie colgando

 

Las nubes hacen y deshacen

Espejismos de plumas de alquitrán

Para los hombres

Las mujeres

Desnudas

 

Los flamencos vuelven

Con el viento del este del Edén

Y la muchedumbre

Infame

Los mata

 

Te esperaré en la playa

O a lo largo de las piscinas

Fumando resina

Resignado con mi edad

 

Te esperaré en la playa

Cerca de un aerosol

En el sexto subsuelo

Con un pie colgando

 

La soberbia

Permanecemos, gracias a Dios, a la merced

de una conífera

de un silencio inédito

de un polvo

el sol se ha sentado del lado malo del mar, ¡qué aventura! ¡qué aventura!

 

Permanecemos, gracias a Dios, a la merced

de una marquesina de autobús

no te quedes aquí

se oye sonar el Ángelus

el sol es bonito

más triste que el circo Gruss

qué aventura, qué aventura…

 

Permanecemos, gracias a Dios, a la merced

de un engranaje

de un trago de Campari

del capricho del equipaje

París es tan pequeño cuando se vuelve a él

nadando, qué aventura, qué aventura…

 

Vagamos, olemos

olemos la llama singular

se gana, se pierde

se pierden las ganas de ganar, la soberbia

 

Permanecemos, gracias a Dios, a la merced

del amor mugroso

de un simple desmentido

de una mala vida

de un mal pase

el silencio pesa tanto

como el portaaviones que pasa

qué aventura, qué aventura

 

Permanecemos, gracias a Dios, a la merced

de un sacrificio

de una muerte a crédito

de un prejuicio nacido de un perjuicio

el sol huye

como un jabón que, de repente, se resbala

qué aventura, qué aventura

 

Vagamos, olemos

olemos la llama singular

se gana, se pierde

se pierden las ganas de ganar, la soberbia

 

Permanecemos, gracias a Dios, a la merced

de un Nembutal

del techo desconchado

que miramos en horizontal

el sol se ha marchado

la nieve cae sobre los adoquines

qué aventura, qué aventura

 

Permanecemos, gracias a Dios, a la merced

de una farola

de un dolor adormecido

de un casto spleen una tarde de invierno

la vejez enemiga

queda como la única piedra angular

qué aventura, qué aventura

 

Permanecemos, gracias a Dios, a la merced

de un destello

en algún lugar de París

en lo más recóndito de un hotel

a partir de la próxima vida

sueño con permanecer fiel

qué aventura, qué aventura

 

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