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‘Laberintos de Europa’, retos, amenazas y salidas para la encrucijada del Viejo Continente

Mientras la Unión Europea se enfrenta a serias amenazas provocadas por los nacionalismos, las desigualdades, la desafección de la ciudadanía y por una política de fronteras fundamentada en levantar muros, es necesario analizar, con audacia y rigor, cuál es la causa de la deseuropeización de Europa así como, sobre todo, cuáles pueden ser las salidas a esta crisis.

Y esto es precisamente lo que se propone esta obra, Laberintos de Europa. Mito, tragedia y realidad cultural (Tecnos, 2023), escrita por la profesora Delia Manzanero. Se trata de una tarea ímproba, de la que este libro sale ciertamente airoso. Decimos que el objetivo de este ensayo resulta abrumador en tanto en cuanto la aventura intelectual de adentrarse en el laberinto europeo y, sirviéndose de la mitología clásica como un espejo en el que mirarse, lograr analizar el actual escenario de confusión y, a partir de él, proponer soluciones, se impone como un reto del que este libro, como decimos, sale victorioso.

Como veremos más adelante, esta es una de las grandes virtudes de esta obra. Pero hay muchas otras. Una de las más importantes es que este trabajo y su autora recogen una histórica tradición europeizante que, en nuestro país, se remonta siglos atrás en el tiempo. Una parte de España siempre ha mirado a Europa con un anhelo de esperanza, de progreso y de salvación. Otra parte, sin embargo, la ha mirado con recelo y desconfianza. Esto se aprecia a la perfección durante la Ilustración del siglo XVIII. A los primeros, el Viejo Continente les abría horizontes de conocimiento. A los segundos, les daba miedo. Sentían un pavor enorme ante la perspectiva de que la apertura de España hacia nuevos ideales fundamentados en la razón, la educación y el conocimiento supusiera automáticamente una amenaza a sus propios privilegios. Tristemente, el triunfo de los segundos, el de los poderes fácticos más interesados en sus propias prebendas que en los intereses del país, provocaron lo que tanto Ortega y Gasset como el profesor López Aranguren definieron como la “tibetanización” de España. Esto fue así hasta el punto de que algunos historiadores niegan que la Ilustración europea penetrase en España. Otros, como el historiador Negro Pavón, llegan a hablar de la existencia de una “ilustracioncita”[1] española. En esta misma línea, otros expertos, como Martínez de Pisón, califican a la española como “una ‘Ilustración insuficiente’, una Ilustración que careció de alguno de los elementos básicos que caracterizaron ese período en Europa”.[2]

Así pues, he aquí la primera cuestión a tener en cuenta. Frente a los intereses de determinados sectores conservadores, durante generaciones, sobre todo a partir del siglo XVIII, numerosos autores y autoras españolas pretendieron europeizar España. Estrechar lazos con Europa, sobrepasar la barrera física, política y sobre todo social que nos aislaba del continente, era considerado como el único medio de salvar a un país hundido en el analfabetismo, las supersticiones, el radicalismo religioso, los abusos de poder, el caciquismo, y los bárbaros espectáculos populares que, como la tauromaquia, y a juicio de numerosos autores, envilecían al pueblo dando rienda suelta a sus más bajas pasiones. Esto se repitió también durante todo el siglo XIX y llego a su culmen primero con el Regeneracionismo y, más tarde, con la Generación del 98.

Era necesario europeizar a España. Resultaba imprescindible educar e instruir a una ciudadanía, la española, adormecida, anestesiada y ajena a cualquier indicio de pensamiento crítico. Parece que, con los años, en cierto modo, y no de un modo homogéneo, se ha logrado aquel viejo sueño. La incorporación de nuestro país a Europa ha traído más beneficios que trastornos. No cabe duda. Esto es así hasta el punto de que la cuestión, a día de hoy, ya no solo se plantea en el eje de seguir europeizando a España, sino en el de avanzar en el camino de europeizar a la propia Europa.

En este sentido, el planteamiento de Laberintos de Europa resulta esencial. La Unión Europea avanza como un equilibrista. Se enfrenta a retos y a amenazas, siempre al borde del abismo. Uno de sus principales desafíos, como hemos señalado con anterioridad, y tal y como esta obra evidencia, se fundamenta en la desafección de la ciudadanía ante el proyecto de construcción de Europa. Se trata de una amenaza que no podemos ni debemos obviar, y de la cual se están aprovechando determinadas formaciones políticas. ¿Hacia dónde va Europa? ¿Y de la mano de quién? Con la extrema derecha ya en el Parlamento Europeo, representada en formaciones políticas que se presentaron a las últimas elecciones europeas (en junio de 2024) expresando sin ningún rubor que querían entrar en Europa para desarmarla desde dentro, el riesgo es evidente. La incompatibilidad de los nacionalismos en el futuro de una Europa unida es una cuestión que aparece muy bien explicada en esta obra.

Otro de los peligros de los que nos advierte este ensayo, y que es de gran actualidad, es el de que Europa se “tibetanice” a sí misma, levantando fronteras y muros, no ya entre los propios países que la conforman, sino frente al resto del mundo. Hablamos del asunto de la inmigración y, tal y como vemos a lo largo del libro, cómo este ha sido y está siendo irresponsablemente utilizado como arma política y de agitación social, inoculando en la ciudadanía el miedo hacia lo diferente, a lo extranjero.

Frente a este escenario, en el que los otros, los que vienen de fuera, son deshumanizados hasta el punto de negarles un nombre, un rostro o una historia, Laberintos de Europa propone, audazmente, mirar hacia atrás, hacia la mitología clásica europea, para desenmascarar a las poderosas fuerzas que desde una propuesta políticamente interesada inoculan en la población el recelo a los otros. En definitiva, y frente a una Europa que parece haber perdido sus valores, aquellos que hacían del Viejo Continente una suerte de oasis de derechos y libertades, de justicia social, de acogimiento, de Estado del Bienestar, de cultura y educación, Manzanero, para salir de este laberinto, de esta encrucijada, propone echar la vista atrás para tomar perspectiva y, de este modo, poder seguir avanzando hacia una Europa social, y no hacia una Europa de los mercados.

Así, una de las claves de Laberintos de Europa es que, ante este panorama, propone una pausa. Frente la prisa, reflexión, frente a las urgencias artificiales con que nuestro estilo de vida nos perturba, pensamiento, filosofía y educación. Como el Sanyasi de Tagore que, cuando sale a la luz del día después de permanecer en su “cueva oscura, uno conmigo mismo, solo con la noche eterna, inmóvil como un lago entre montañas que se espantara de su misma profundidad”, aprecia el escandaloso y hormigueante mundo que le rodea y se pregunta: “Pero, ¿por qué correrán tanto, y con ese ruido, estos hombres, y para qué? Parece como si tuvieran siempre miedo de perder lo que no alcanzan…”.[3]

Con esos ojos reflexivos hay que afrontar la realidad. Porque, como sucede ante cualquier encrucijada de la vida, cuando uno se pierde dentro de un laberinto, las prisas son malas consejeras. Por eso este libro, que revisa magistralmente el mito del Laberinto de Creta para exponer valientemente la realidad europea, nos invita a retroceder hasta un punto reconocible en el camino para, desde ahí, volver a reemprender la marcha. Porque, tal y como plantea su autora, para saber quiénes somos debemos saber quiénes fuimos.

Y, en esta travesía, este trabajo supone el hilo de Ariadna que, página a página, nos permite adentrarnos en el confuso laberinto europeo no solo para recorrerlo, sino para entenderlo, para ser capaces de aprehender las amenazas a las que se enfrenta el sueño europeo. A partir de ahí, tirando del ovillo de la reflexión, del conocimiento y del análisis, Laberintos de Europa nos guía hasta hallar una salida a esta Europa amurallada sobre sí misma y en la cual la deshumanización mercantilista parece haber triunfado frente a la Europa social, integradora y multicultural.

Pero, eso sí, de este libro no esperen tajantes respuestas. Esperen algo mucho mejor. Porque este ensayo huye del dogmatismo y, lejos de pretender dar lecciones, hace algo mucho más constructivo: plantea interrogantes, cuestiona las realidades, nos invita a reflexionar. En muchas ocasiones la pregunta es mucho más importante que la respuesta. En otros casos, la pregunta lleva implícita la respuesta. Por eso preguntar, tal y como refleja este libro, resulta más eficaz que responder.

No en vano la Filosofía, base del conocimiento, se fundamenta en preguntarse, en reflexionar y en cuestionarse constantemente. En sociedades como las actuales, en las que la inmediatez, la prisa, la impaciencia y las respuestas sencillas parecen haberse instaurado ya entre las generaciones más jóvenes (y entre las no tan jóvenes), conviene reivindicar, tal y como hace Manzanero, la Filosofía en concreto y las Humanidades en general, como epicentro de una educación en valores, una educación humanística e integral, pero no antropocéntrica porque, como este libro arguye, no podemos olvidarnos ni de la Naturaleza ni del Medio Ambiente ni de las amenazas, reales y urgentes, que lo ponen en peligro. Tampoco nos podemos olvidar de los seres que lo habitan, los animales no humanos. También han de ser dignos de respeto y de compasión, dignos de los valores que nos hacen humanos ya que, sin humanismo, no hay educación ni futuro que valga.

Por otra parte, e ilustrándonos en el mito del Laberinto, Manzanero logra transmitir uno de los problemas más acuciantes que nos plantean los propios mitos: estos tienen una importante función homogeneizadora, tal vez más profunda de lo que a priori se puede presumir. No son relatos gratuitos y festivos, sino que tienen una finalidad. Por eso la autora plantea la necesidad de releer algunos de estos mitos, sobre todo cuestionando el papel al que en ellos es relegada la mujer. Resulta muy interesante esta parte de la obra, en la que se aprecia cómo se perpetúa una determinada imagen de la mujer que ha perdurado socialmente hasta nuestros días, y en cuyo seno reside la cultura patriarcal.

Por eso hay que reinterpretar los mitos. Lo mismo sucede con la figura del otro, del desconocido, del extranjero. Dentro del laberinto Teseo asesinó al Minotauro incluso antes de mirarle a la cara. No se dio tiempo a sí mismo a conocerle, a verle, a entenderle. Esta obra lo explica maravillosamente. Lo mismo sucede hoy en día con esta Europa que mira a lo diferente con recelo, con temor, deshumanizadamente, sin poner nombres, sin conocer las historias humanas que hay en la inmigración. Porque lo que no tiene nombre no existe, no es humano, y esta cuestión es puesta sobre la mesa en este ensayo al plantearnos un paralelismo entre el desconocido Minotauro y la inmigración. El primero, el Minotauro, tenía nombre, Asterio, y tenía una historia, pero ni Teseo ni el mito repararon en ella. De un modo intencional se obvió. El Minotauro era el sin nombre, el desconocido, el diferente, el otro, tal y como los inmigrantes son, a día de hoy, los minotauros, sin historia, sin nombre, sin pasado.

Esta deshumanización, que llega a la cosificación, es un evidente peligro. Porque estamos renegando, precisamente, de lo que nos hace humanos. Y, de seguir en esta dañina avalancha de discursos de odio y de miedo, se acabará volviendo contra nosotros mismos, tal y como advierte este ensayo con gran acierto y lucidez.

Desde una prosa amena y muy rica, en ocasiones casi poética, y aderezada con pequeños (y extraordinarios) recuerdos de la infancia y de la adolescencia de la propia autora y, sobre todo, con numerosas citas que enriquecen la lectura, Laberintos de Europa supone, en última instancia, la reivindicación de la educación como elemento indispensable para que no solo Europa, sino también el resto del mundo, haga de la democracia, de la justicia social, de la compasión y de la empatía sus cimientos. En este sentido, la autora se muestra como una muy digna heredera de todos los movimientos sociales que, a lo largo de la historia de nuestro país, han señalado la urgencia y la necesidad de educar integralmente, ya desde la infancia, en Humanidades.

Este libro posee otra gran virtud que no puede pasar inadvertida: su lectura resulta inspiradora para acometer las fatigas de la propia vida. Aporta elementos que, desde la reflexión, contribuyen al crecimiento personal del lector, administrando el hilo mágico e invisible que nos ayudará a transcurrir, a nosotros mismos, por el laberíntico viaje que es la propia vida. Desde ese interesante punto de vista, la obra propone que, para crecer, hay que cuestionarse, incluso enfrentarse, a lo establecido, hasta llegar a obtener una perspectiva desde la cual podamos rehacer el trayecto.

Y esto, precisamente, es lo que Europa ha de afrontar. La actual Europa, una Europa de los pueblos, pero sin los pueblos, ha de volver a sus valores fundacionales y desde ahí retomar el camino para afrontar los retos y amenazas a las que se enfrenta. Los discursos de odio, las políticas del miedo al extranjero, la desigualdad social y educativa son tan solo algunas de las cuestiones a las que Europa se debe enfrentar, y a las que todos y todas, como europeos y europeas, debemos enfrentarnos colectivamente. La disyunción es muy clara, o humanismo o capitalismo feroz. O la Europa de la democracia, los derechos, las libertades, el bienestar y la acogida, o una Europa dividida, huraña y que, recelosa, inhumana e indiferente, levanta muros y alambradas tanto materiales como culturales y sociales, cosificando a los seres humanos, negándoles rostro, nombre e historia, y construida únicamente sobre intereses económicos.

En este contexto los mitos nos enseñan, tal y como evidencia este libro, más de lo que en un principio se podía sospechar. En todo caso, Laberintos de Europa analiza los mitos, sobre todo el del laberinto del Minotauro, desde la racionalidad. Y es que pensamiento racional y mitología, en algún punto del camino, se cruzan y convergen. Los mitos nos explican a nosotros mismos, nos enseñan, nos marcan los límites. Pero, precisamente por eso, deben ser diseccionados desde la racionalidad, la filosofía y el pensamiento crítico.

Esta propuesta sirve a su autora para señalar determinados signos de alerta que advierten del peligro de que Europa caiga en los mismos errores del pasado: las terribles guerras civiles europeas, un fantasma que subyace ante los nacionalismos que crecen en el corazón del continente y que, a modo de un Caballo de Troya, aspiran a quebrarla desde dentro. Y lo cierto es que no nos podemos permitir el lujo de perder a Europa. Unidos seremos más fuertes, divididos más débiles. Y las amenazas globales, como la emergencia climática, la expansión de virus, los bulos, o la debilidad de las democracias, requieren de unidad de acción para combatirlas.

Así pues, este libro nos enseña que debemos mantenernos alerta. No tenemos garantizados ni los derechos ni las libertades ni el Estado del Bienestar ni la Justicia social ni la paz. Hay que esforzarse para mantenerlos y para implementarlos. Y la única herramienta es la educación.

En un mundo fundamentado en la producción y el consumo, lo humano se deja de lado. Y la naturaleza también. Lo vulnerable no es materia de conmiseración. La empatía es un valor denodado, ridiculizado y hasta atacado. Lo que precisamente nos hace humanos es aniquilado socialmente. El individualismo triunfa, el nacionalismo avanza. Pero no todo está perdido. Otra de las grandes virtudes de esta obra es su optimismo realista: hay futuro, y este reside en la juventud. Pero no habrá futuro, ni habrá Europa, sin educación, sin Filosofía, sin una ciudadanía formada e informada. Y en esta labor edificante los poderes y las instituciones públicas deben trabajar con denuedo.

Tal y como expone perfectamente Manzanero, no hay ni habrá verdadera democracia sin una ciudadanía instruida y crítica. Este anhelo, tan presente en España a lo largo del siglo XIX en movimientos como el Regeneracionismo, con la Institución Libre de Enseñanza como máximo exponente, o en la posterior Generación del 98, sigue vigente hoy en día.

Ahora bien, este necesario afán educativo se debe afrontar desde algo muy real: la existencia de un analfabetismo emocional del cual este libro también nos alerta. Hay que educar la mente, pero también el corazón. Y, desde ese punto de vista, hay futuro, habrá futuro. Por eso la lectura de esta obra resulta imprescindible. La impronta que nos deja es de una importancia capital. Es posible reconstruir Europa desde un nuevo humanismo integrador y multicultural. Depende de todos y todas nosotras. Laberintos de Europa nos ayuda a afrontar ese reto desde la unión, desde los valores de igualdad, de solidaridad, de cooperación, de paz y armonía. La tarea será ardua, sin duda, pero, también sin duda, merecerá la pena.

 

Notas:

[1] Negro Pavón, Dalmacio, ‘Ilustración o Ilustracioncita’, en Ya, 13 de diciembre de 1988.

[2] Martínez de Pisón, José María, ‘Los inicios del pensamiento liberal español: José María Blanco White’, en Revista electrónica del Departamento de Derecho de la Universidad de La Rioja, REDUR,  Nº 3, 2005, pág. 37.

[3] Tagore, Rabindranaz, El asceta, Alianza Editorial, Madrid, 2004.

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