Publicidadspot_img
-Publicidad-spot_img

Llueve


Escribe mi compañero de bitácora Víctor Colden sobre la lluvia, y como ahora no llueve y hace azul sobre el cielo también quiero escribir de las nubes.

Esas nubes que están encima de nosotros y nos protegen del cielo, azul o negro, conectado con las afueras del mundo y el aire, en línea directa con los planetas y estrellas que nos rodean, ese infinito impensable.

Por eso cuando llueve pienso y siento que estamos dentro, porque las nubes nos cuidan, nos dejan tranquilos en este mundo, el nuestro, el de todos, escribamos, leamos o caminemos. Las nubes llenas de lluvia no nos dejan mirar hacia arriba y pensar qué ocurrirá, ocurre, ocurrió en este mundo que vuela y da vueltas como un faro de luz frente al mar, una y otra vez.

Pero sigue lloviendo y veo, vemos la lluvia caer contra el suelo.

Tenemos que ir con cuidado, no pisar algún charco profundo y llegar a casa con los calcetines empapados. Observamos el agua repiquetear en los ríos, los paraguas o los árboles, las alas cerradas de los mirlos, las alas abiertas de la paloma que ha sido sorprendida en medio del vuelo y sigue en vilo, volando de vuelta. Nos refugiamos si llueve mucho y nos mojamos cuando empieza a amainar, viendo los reflejos del agua sobre las aceras.

Porque cuando llueve todos estamos juntos debajo, recogidos, cubiertos por un tejadito de nubes que nos toca, sin conexión con lo azul ni lo negro estrellado, esos colores que son una pregunta demasiado amplia, lejanísima, inabarcable todavía, e incluso siempre.

Quizás por eso cuando el cielo llueve yo escriba, lea o camine más tranquilo, sosegado, atento. Más centrado. Quizás las nubes (o lluvia envuelta) y la lluvia (o nubes sueltas) fuera nos recuerden que hubo un tiempo en el que fuimos eternos, gotas juntas cayendo poco a poco para volver a subir contra el cielo y fuera del mundo.

|

La libertad no es posible porque la libertad es perfecta. Tal es la solemne realidad de la ley. No hay paradoja alguna. La libertad supone una cierta visión de las cosas, encierra la posibilidad mínima de darle un sentido al mundo.

Los 68. París, Praga, México, Carlos Fuentes

|

Ya he concluido.

El escritor, Azorín


Más del autor

-publicidad-spot_img