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Mientras tantoLos vengativos - The vindictives. 1937

Los vengativos – The vindictives. 1937

 

Te gusta escuchar acerca del oro.

Un rey colmó su celda

Tanto como la habitación podía soportar

Hasta su máximo alcance en la pared

Con cada forma de cosa conocida.

Lo hizo para comprar su destino.

Pero no fue suficiente el rescate.

Sus captores lo aceptaron todo,

Pero no dejaron ir al rey.

Le hicieron pedir una llamada

A sus súbditos para que reunieran más.

Y sus súbditos se apretujaron todo lo posible

Fuera del templo y del palacio y de la tienda.

Pero cuando parecía no haber nada más que traer,

Sus captores condenaron al rey

Por haber comenzado una guerra,

Y estrangularon al desgraciado con una cuerda.

 

Pero en realidad aquel oro no era la mitad

De lo que un rey habría esperado recopilar-

Ni la mitad, ni un tercio, ni un diezmo.

El rey hubo dejado de retorcerse

Cuando el odio se carcajeó terrible,

Como un pozo abierto al Infierno.

Si el oro contentó a los conquistados, bueno,

Ese oro ha de ser la única cosa

Que los conquistados no deban tener en adelante.

No pensaron más en el rey.

Todos jugaron al escondite del oro.

Juraron que se devolvería por completo

A la profundidad de la tierra de donde había venido.

 

Sus mentes corrieron a las ranuras y grietas.

Todos se unieron al enloquecedor juego.

El cuento se cuenta con pretensión aún

Por muchos como un tesoro cuyo nombre

Desapareció en la oscuridad

Y apagó su luz por el enemigo.

 

Aquel que a sí se despidió y se derrocó a sí mismo

Fue la más espléndida de las sacas

Desde que los Germanos saquearan Roma

Y se llevasen a casa los candelabros de oro.

 

Un príncipe Inca en un estante,

Y difunto en su última hora de vida,

Les dijo el lago en el que bucear

Para encontrar lo que tanto parecían anhelar.

Bucearon y nada fue encontrado.

Les dijo que bucearan hasta que se ahogasen.

El victorioso y feroz grupo

Fue apresado y torturado y encolerizado.

Las grandes historias que brillaron y de las que alardearon

Fueron investigadas hasta Brasil

Sus lenguas cuelgan sin descanso.

 

Pero los conquistados crecieron sumisos y quietos.

Lenta y silenciosamente envejecieron.

Conservaron sus secretos y murieron,

Maliciosamente satisfechos.

Uno supo de un agujero fúnebre

En el suelo de una cueva tribal

Donde bajo profundas cenizas y carbón

Y huesos rotos, de humanos y bestias,

El yacimiento de un festín tras un festín,

 

Fue arrollado en su última tumba de reposo

El gran tesoro tan deseado,

La grandiosa cadena de oro de miles de eslabones,

Cada eslabón pesado a ciento,

Que una vez entre poste y poste

(Estirado por la tensión),

Y abrochado diez veces de ida y vuelta,

Hubo servido como puerta de palacio.

Unos dijeron que acabó en la costa,

Otros dijeron que sobre las montañas del este,

Otros sobre el campo norteño,

A espaldas de un portador en fila india,

Ordenado por un sacerdote solar,

Y alcanzando el polvo con un tren

De eslabones intermitentes en el sol.

No importa lo que algunos puedan decir.

(El decir nunca se acaba.)

Allí brillante en la suciedad yace

Sin mancha por el óxido y la decadencia.

Y que sea de todos los malditos saqueadores.

 

 

‘El mejor modo de odiar es el peor.

Esto es para encontrar lo que necesita el odiado,

No tiene importancia la verdadera valía,

Y lo borra de la tierra.

Dejad que mueran de insatisfecha codicia,

De insatisfecho amor como un alardeo,

De insatisfecho amor por las alturas,

Sin vulgaridad, impolutos, e ideales.

Dejad que sus arreos sean liberados.

Dejad que sufran de inanición y mueran

Por haberles hecho descender a la realidad’.

 

 

‘The vindictives’

 

You like to hear about gold. 

A king filled his prison room

As full as the room could hold 

To the top of his reach on the wall 

With every known shape of the stuff. 

‘Twas to buy himself off his doom. 

But it wasn’t ransom enough. 

His captors accepted it all, 

But didn’t let go of the king. 

They made him send out a call 

To his subjects to gather them more. 

And his subjects wrung all they could wring 

Out of temple and palace and store. 

But when there seemed no more to bring, 

His captors convicted the king 

Of once having started a war, 

And strangled the wretch with a string. 

 

But really that gold was not half 

That a king might have hoped to compel- 

Not a half, not a third, not a tithe. 

The king had scarce ceased to writhe, 

When hate gave a terrible laugh, 

Like a manhole opened to Hell. 

If gold pleased the conqueror, well, 

That gold should be the one thing

The conqueror henceforth should lack. 

They gave no more thought to the king. 

All joined in the game of hide-gold. 

They swore all the gold should go back 

Deep into the earth whence it came. 

 

Their minds ran on cranny and crack. 

All joined in the maddening game. 

The tale is still boastingly told 

Of many a treasure by name » 

That vanished into the black 

And put out its light for the foe.

 

That self-sack and self-overthrow 

That was the splendidest sack 

Since the forest Germans sacked Rome 

And took the gold candlesticks home. 

 

One Inca prince on the rack, 

And late in his last hour alive, 

Told them in what lake to dive 

To seek what they seemed so to want. 

They dived and nothing was found. 

He told them to dive till they drowned. 

The whole fierce conquering pack 

Hunted and tortured and raged. 

There were suns of story and vaunt 

They searched for into Brazil 

Their tongues hanging out unassuaged. 

 

But the conquered grew meek and still. 

They slowly and silently aged. 

They kept their secrets and died, 

Maliciously satisfied. 

One knew of a burial hole 

In the floor of a tribal cave, 

Where under deep ash and charcoal 

And cracked bones, human and beast, 

The midden of feast upon feast, 

 

Was coiled in its last resting grave 

The great treasure wanted the most,

The great thousand-linked gold chain,

Each link of a hundred weight, 

That once between post and post 

(In-leaning under the strain), 

And looped ten times back and forth, 

Had served as a palace gate. 

Some said it had gone to the coast, 

Some over the mountains east, 

Some into the country north, 

On the backs of a single-file host, 

Commanded by one sun-priest, 

And raising a dust with a train 

Of flashing links in the sun. 

No matter what some may say. 

(The saying is never done.) 

There bright in the filth it lay 

Untarnished by rust and decay.

And be all plunderers curst. 

 

 

‘The best way to hate is the worst. 

‘Tis to find what the hated need, 

Never mind of what actual worth, 

And wipe that out of the earth. 

Let them die of unsatisfied greed, 

Of unsatisfied love of display, 

Of unsatisfied love of the high, 

Unvulgar, unsoiled, and ideal. 

Let their trappings be taken away. 

Let them suffer starvation and die 

Of being brought down to the real’.

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