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Mientras tantoMás vale ciento volando

Más vale ciento volando


 

 

Copyright Paula Bonet

 

 

«¿Viviría mi vida otra vez?

¿Con los mismos errores imperdonables?

Sí, a la mínima posibilidad que tuviera. Sí”

Lluvia, Raymond Carver

 

Me mira con esos ojos verde turquesa que, como sabéis, no he heredado, hunde el barquillo en la copa de champán y me dice: Laura, más vale pájaro en mano.. que, bueno, ya sabes: que ciento volando. Las migas del barquillo se quedan flotando en el líquido espumoso y pienso en todos esos pájaros volando y en todas esas veces que mi abuela me ha repetido esta misma frase. O esa otra, su preferida, la de que más vale malo conocido que bueno por conocer. Últimamente como colofón añade que las chicas de hoy en día somos muy modernas. Sí, sí, Laurín, demasiado modernas. Tú verás.

 

Los abuelos, como los padres, tienen la razón en un 98% de los casos. Sin embargo, en este en concreto, me parece que no. Solo hace falta echar un ojo a la literatura y al cine. Todo está lleno de lo malo conocido, de las rutinas y de los miedos al cambio. La mayoría hemos tenido un abuelo, un padre, un amigo incluso, que nos ha dicho que en la vida, casi siempre cuenta más lo del pájaro en mano. Que en algunas ocasiones, es mejor conformarse con un 6 que aspirar a un 10 que no sabemos si existe. Al fin y al cabo, todos esos buenos-por-conocer acaban simplemente figurando en las listas de deseos mentales, en los diarios que escondemos por casa o en las conversaciones que empiezan a partir del segundo gintónic en un bar oscuro. Supongo que hay muchas formas de fracasar en la vida. Unas son más divertidas que otras. A mí, sin duda, pasarse la vida esperando a que el pájaro-en-mano nos acabe gustando, me parece de las menos divertidas de todas.

 

Pensaba en todo esto a raíz de los sabios consejos de mi abuela. A raíz, también, de terminar un libro maravilloso de Paula Bonet. Qué hacer cuando en la pantalla aparece THE END. La verdad, nunca me había fiado de los ilustradores que encima escribían. Pensaba –movida por los celos– que en la vida hay que escoger. O escribes bien o dibujas bien. Es como lo de los guapos que son listos. Sí, lo sé. Eso se llama envidia. Pero estaba equivocada. Qué hacer cuando en la pantalla aparece THE END es una pequeña joya. Es un manual de la vida moderna. Se lo regalaré a mi abuela para que se olvide de una vez por todas de todo el asunto de los pájaros y las chicas modernas. Porque Paula Bonet ha escrito e ilustrado un libro en el que hay pájaros que vuelan, hay vida fuera de esas seguridades que se supone que tenemos que buscar. Me lo compré, más allá de por las ilustraciones tan increíblemente bonitas y sugerentes a las que ya nos tiene acostumbrados Paula Bonet, por la dedicatoria “A D. que sabe cómo cruzar un río”. Porque cada una de las historias del libro nos da algunas instrucciones sobre cómo cruzar los ríos. Sobre cómo cruzar la vida.

 

El libro incluye una banda sonora genial: canciones de Josh Rouse, Tom Waits, Fountains of Wayne o Nacho Vegas acompañan a las ilustraciones y al texto. Pero más allá de todas estas referencias fue el título lo que me devolvió a los no-tan-sabios consejos de mi abuela. A veces, tiene que acercarse el The end en la pantalla para que nos acordemos de todos esos pájaros, de las ilusiones, de aquella conversación en la que dijimos, ay, que ojalá todo pudiera ser diferente. Cuando aparece el final en nuestras pantallas me imagino que ya no hay nada que hacer. Por eso, la próxima vez que vea a mi abuela se lo diré: más vale ciento volando. 

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