
Esta es una historia ya contada. O pronosticada por muchos. El nuevo proyecto galáctico de Florentino Pérez puso al mando de lo deportivo a un entrenador que ama el fútbol, que hace jugar a los suyos, pero que no está en condiciones de gobernar un vestuario como el del Real Madrid. El pasado miércoles, cuando se apagaron las farolas de la Castellana tras el nuevo pinchazo en Champions del Real Madrid, y van seis seguido en octavos, rápidamente la prensa deportiva madrileña encontró a un culpable: Manuel. Y no sólo eso sino que volvió la vieja ruleta a ponerse en marcha. El nombre de Benítez, ahora en el Liverpool, empezó a sonar con fuerza mientras que las manos que mueven la chequera de Florentino empezaron a sobar los caudales en busca del llamado segundo proyecto. Y con ello a Sir Alex Ferguson le volvió el dolor de muelas: Wayne Rooney puede recalar en el Bernabeu por otra millonada próxima a los cien kilos. También en Can Barça andan preocupado por Cesc: no lo necesitan pero no quieren por nada del mundo entregárselo a un rival que jugaría con Fábregas como si fuera el Barca.
Las lecciones son amargas: ni los tres goles de ayer en Pucela parecen salvar a Higuain de la quema y Kaká parece un predicador cansado de su inesperada travesía en el desierto. Robinho que a vuelto a bailar la samaba con el Santos y es un intocable de Dunga para el Mundial de Sudáfrica, apuntaba desde Brasil: «Cuando las cosas van mal la culpa es siempre de los extranjeros». No es que Robinho sea precisamente un dechado de virtudes pero en la Casa Blanca lo nacional parece importar mucho más que las colonias.
La Liga se pone al rojo vivo y es la consecuencia de un fracaso y de un equipo al que empiezan a surgir muchas dudas en un momento de la temporada que no las puede permitir. Guardiola está nervioso. Y Laporta en campaña. Sinceramente no veo al Barça de este año capaz de levantar la Champions en el Bernabeu. Algo pasa entre los gladiadores, Queda por ver ese apasionante clásico en Chamartín para ver el estado del paciente blaugrana, pero Manuel no está por la labor de entregar la cuchara de la Liga. Aunque su fecha de caducidad sea el final de temporada, con premio o sin premio, querrá demostrar que sigue siendo un gran técnico para el Madrid o cualquier otra escuadra. Veremos, eso sí, si consigue mantener hasta mayo el pulso en el vestuario, lo que significa volver a torear con el «producto nacional bruto», es decir con Guti, con Raúl y con Sergio Ramos.
Es una pena que el dinero pueda otra vez eclipsar el proyecto de un hombre al que los dioses, tan cicateros, le han birlado la posible gloria de conducir un trasatlántico a buen puerto en su primera travesía intercontinental. Es una pena que a Manuel Pellegrini le devore el Saturno goyesco en carne viva. Y que el circo no le conceda una nueva oportunidad.