Salomé

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... no es que el presidente sea un patriarca (aunque legalmente lo es) y en esta casa se haga lo que él diga, sino que ha llegado el cine sonoro y Rosa, que pretendía renovar el mudo con su sola presencia se ha quedado encerrada de pronto en Sunset Boulevard...

 

Puede que el ocaso de Rosa Díez comenzara en el Congreso cuando Rajoy decidió hacer de ella su hija más alejada. Cuentan del bisabuelo de uno que a la mediana de sus hijas cada vez que hablaba en la mesa le llegaba una bronca y a veces hasta un plato volando desde la cabecera, que es lo mismo que hace el presidente con Rosa cada vez que sube a la tribuna. Cabe pensar que cuando Rajoy le contesta en el Parlamento quien sufre es la vajilla, por lo que, aunque sólo sea por el bien del ajuar español, quizá Rosa debería dimitir. Pero no es que el presidente sea un patriarca (aunque legalmente lo es) y en esta casa se haga lo que él diga, sino que ha llegado el cine sonoro y Rosa, la Norma Desmond de España que pretendía renovar el mudo con su sola presencia, se ha quedado encerrada de pronto en Sunset Boulevard, lo cual a pesar del fracaso, por lo que tiene de mito, podría resultarle al menos en algún aspecto positivo. La decadencia prosiguió cuando Toni Cantó, no se sabe si perseguido por los acreedores, se detuvo con el coche averiado delante de su vieja mansión. Ella le llamó desde la ventana con sus gafas oscuras y luego pensó que podría ayudarle a escribir un nuevo guión para devolverla al estrellato, pero todo lo que sucedió no fue más que lo que comenzó con el extraño entierro de un mono. Antes de Toni, de Joe Gillis, había llegado más gente que hoy le remueve el estatus para derrocarla al modo de un dictador ensoberbecido desde aquel culmen de brazos en alto como la princesa Odette rodeada de sus doncellas cisnes. Ha salido Cantó (¡el Cantó del cisne!) al fin con una valentía muy de hoy, una valentía de Twitter, a decir que ya no la quiere y que esa historia que escribieron juntos ya no la compra nadie. Rosa afirma que seguirá aunque no sólo le lluevan platos, y falta que descubra que todas las cartas de admiradores en realidad las escribía el mayordomo Gorriarán antes de que aparezca Toni flotando en la piscina y ella, al borde de la escalinata, rodeada de las cámaras de los periodistas y ataviada como Salomé, se pronuncie: “Muy bien señor DeMille, estoy lista para mi primer plano”.