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Mientras tantoSer o no ser

Ser o no ser


 

Al principio creía que, inmediatamente después de conocerse los resultados electorales, todos los políticos estaban contentos y todos los españoles jodidos, (España jodida pero contenta), aunque ahora también pienso que igual esta ingobernabilidad, de usarse la abstención (de usarla Snchz, ya se sabe que Rivera lo hará) como un hombre honorable (eso le llamaba Marco Antonio a Bruto en el ‘Julio César’ de Shakespeare) podría dejar a todos esos políticos un poco menos contentos y a los españoles un poco menos jodidos.

 

Decía Nacho Faerna en Twitter que Pablemos había prometido sexo y látigo y que había conseguido un sesenta y nueve. Desde luego él ya no se puede quejar, y a la espera de que Pdr tome la decisión correcta (yo empezaría, en su honor, a escribir su nombre con sus vocales), lo que también espero son esos Plenos que se avecinan y que ya no serán como simposios sobre el antisemitismo de T. S. Eliot sino como conciertos de rock.

 

Imagino a todos los diputados de pie, con los brazos en alto encendiendo los mecheros durante las intervenciones. Yo veo ahí un Woodstock en cada sesión, y al terminar botellas vacías, colillas y hasta prendas íntimas abandonadas en los escaños. Incluso la vida del bedel del Congreso será una carrera sin freno, sirviendo vasos de agua al ritmo de los jarros de cerveza que servían derramándola las camareras muniquesas de Camba.

 

Pero antes de todo esto, en Ferraz, yo he visto a Snchz salir de la alcantarilla como al Atleti en aquel anuncio. Solo que no es que ya estuvieran aquí, sino que seguían, que es mucho mejor. César Luena aparecía a su lado como pisoteado, igual que si fuera en él en quien se hubiese apoyado su jefe para salir a la luz. Otra cosa fue el deslumbramiento posterior. De la oscuridad de la indecencia a la claridad cegadora de encontrarse, de pronto, en la tesitura de tener que tomar una decisión de Estado.

 

Y, mientras tanto, Rajoy salía en directo desde el balcón de Génova (un par de botes para el público y un apunte), que es todo lo que tenía que hacer, e Iglesias animaba la fiesta del PC en el Reina Sofía. Yo desde mi casa olía el olor de la panceta y oía a los Ska-P cantar aquello de lega-lega-lización, al tiempo que escuchaba a Rivera pidiéndole altura ¡a Snchz!, que mide uno noventa y que a pesar de ello sabe que en esta hora tiene que crecer y opositar, o menguar y tratar de gobernar vertiéndole a España veneno en la oreja mientras duerme, como Claudio a su hermano, el rey Hamlet.

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