Snchz no pasa las tardes con Sevilla sino con Luena. Dicen los expertos que en la sociedad actual una parte importante de la memoria física se ha trasladado al smartphone. Pdr la ha trasladado a Luena...
Snchz
Snchz no pasa las tardes con Sevilla sino con Luena. Dicen los expertos que en la sociedad actual una parte importante de la memoria física se ha trasladado al smartphone. Pdr la ha trasladado a Luena. Cuando Pdr necesita consultar algo se echa la mano al bolsillo, de donde sale Luena, y traza el desbloqueo con el dedo sobre su tórax haciéndole cosquillitas. Luena es de última generación, por supuesto, y a veces Pdr se lo coloca cerca de la oreja para que le cuente secretos. Tan avanzado es su software que la mayor del tiempo parece natural y hasta invita a cantarle como a Platero. Pdr y César son una pareja coyuntural y complementaria, lo cual es algo recurrente en el partido socialista. Serían como Óscar Schindler e Isaac Stern, donde el primero se encargaba de la presentación y el segundo del trabajo si fuéramos a suponer que Snchz, el Propuesto, fuese en realidad algo, pues lo suyo es una presentación que apenas resiste dos miradas, y en cambio lo tenemos delante todo el tiempo desfilando sin cesar. Recuerdo que escribió una vez en Twiter: «Ser malos. Buenas noches colegas!», y en esos pocos caracteres, con ese infinitivo inicial, es donde yo veo que se reúne toda su sustancia y casi todo el presente de España. Ayer dio un discurso de investidura atropellado (e inapropiado: yo miré al suelo por si había puesto una caja de guitarra abierta en el suelo), como intentando desde el minuto cero acortar los plazos porque la tarea que tiene por delante rivaliza en imposibilidad consigo mismo: un hombre joven que no es capaz de dominarse no sólo en la oposición a su rival (pocas veces se ha visto en política una muestra, un sentimiento de inferioridad mayor en el ataque furibundo y desmañado) sino en las grandes ocasiones como podría ser la de ayer en el Congreso, cuando hasta en los tics propios se le manifiesta el malvado Rajoy («No soy Rajoy. Voy en serio») ondulando el rostro en una mueca como si sus palabras produjeran incómodos chirridos. Da la impresión de que a Snchz, ese hombre onomatopeya, no le queda nada del ADN socialista (tan sólo tiene a Luena en el bolsillo) que les rebosa ahora igual que el honor a los González y a los Corcuera, como si el PSOE hubiera estado poniendo a dieta estricta, licuando a sus líderes todos estos años hasta aparecer este último (ya al penúltimo hubo que exprimirlo), que ya estaba seco.