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Mientras tanto¿Somos más violentos?

¿Somos más violentos?


 

Cámaras de video vigilancia, detectores de metales, escáneres en los aeropuertos, endurecimiento de las leyes, urbanizaciones cerradas, alarmas sonoras, sistemas anti-intrusión, declaraciones populistas de políticos ultraconservadores, programas de sucesos, miedo al extraño… Nos preparamos para enfrentarnos a un mundo cada vez más violento. ¿Y si esta percepción no se corresponde con la verdad?

 

La realidad es que no sólo disminuyen los niveles de violencia sino que aumenta el altruismo entre los seres humanos. El mundo es cada vez más empático, la empatía ya no se circunscribe únicamente a los círculos más próximos a nosotros.

 

La primera década del Siglo XXI ha sido la menos violenta de la historia, así se expresa en el Informe elaborado por Human Security Report. Además, pese a que pueda parecer lo contrario el número de muertes violentas en los países occidentales continúa descendiendo año tras año. Se confirma la tendencia que indica que la violencia en nuestras sociedades, salvo excepciones, está en declive.

 

Si esto es así, ¿por qué pensamos lo contrario?

 

El sociólogo Steven Pinker argumenta que esto se debe a la combinación de dos factores, la estadística intuitiva y la elevada exposición informativa de sucesos violentos. El primero de estos factores se explica por el funcionamiento de la mente, cuanto más sencillo resulta recordar ejemplos de un fenómeno más probable nos parece. Por tanto, se usa la capacidad de recordar algo para calcular la probabilidad de que suceda. 

 

El segundo factor viene determinado por los medios de comunicación. Cada vez vemos más violencia a través de ellos y esto nos conduce a pensar que el mundo en el que vivimos es más violento. Gran parte de la ciudadanía no es consciente de que un informativo de televisión, de radio o un diario son únicamente una selección de acontecimientos que no tienen por qué ser los más importantes del día. Esta selección se lleva a cabo por unos criterios determinados principalmente por el fin que persiguen los medios como empresa, este es la audiencia/venta.

 

La mayoría rechazamos la violencia, pero existe una fascinación interior por la misma. La posibilidad de observar un acto violento se convierte en expectación. De esto son conscientes los medios de comunicación que en muchas ocasiones programan contenidos violentos como reclamo. Para Pinker la combinación de ambos factores provoca la ilusión del presente violento.

 

¿Es la violencia intrínseca en el ser humano o no? 

 

Para algunos autores como David Buss, la violencia se encuentra integrada en el ser humano. Buss defiende que para nuestros antepasados la violencia era una estrategia para solucionar conflictos y elevar las opciones de supervivencia. En la actualidad, las personas hemos desarrollado la capacidad de autocontrol de nuestros impulsos violentos en la mayoría de las ocasiones. Además, la sociedad rechaza las manifestaciones violentas y ha elaborado construcciones ideológicas y sociales que nos han alejado de utilizar la violencia como estrategia para sobrevivir y obtener nuestros objetivos.

 

Otros autores como Ashley Montagu, exponen que en el ser humano impera la cooperación, la educación, la protección del grupo y la cultura por encima de todo, incluido la violencia ejercida con un fin.  Argumenta que la violencia ejercida por un individuo es la consecuencia de una serie de desajustes que afectan al comportamiento del mismo. Estos desajustes desvían al individuo del verdadero camino del ser humano, la cooperación como forma de supervivencia. Por tanto, la violencia sería algo eventual en las personas pero no estaría dentro de su estado natural.

 

En EE.UU. las tasas de homicidios pueden ser hasta cuatro veces superiores a las registradas en el viejo continente. Pinker argumenta que esto se debe a la ausencia de una gobernanza seria, en las comunidades donde no hay una red de seguridad efectiva la gente recurre a defenderse por si misma. En los países donde las instituciones se han desmoronado o son ineficientes la inseguridad del ciudadano aumenta. La ausencia de orden provoca luchas violentas por el poder y la aparición de instituciones paralelas de carácter violento (milicias, grupos armados…).

 

En este contexto aumenta la inseguridad, se extiende el miedo al extraño, proliferan las armas de fuego y por tanto la violencia, con resultados catastróficos para los ciudadanos.

 

Pero, ¿en países con instituciones estables que está sucediendo? 


La percepción de un entorno peligroso lleva a las personas a un estado de incertidumbre, pero en la mayoría de estas sociedades “estables” los individuos no pueden ejercer la violencia con impunidad aunque se sientan teóricamente amenazados.

 

El resultado de esto es el incremento de plantillas de los cuerpos policiales de los estados y de las empresas privadas de seguridad. Estas se han multiplicado en los últimos años, así como el número de sistemas de seguridad que cientos de miles de personas instalan en sus domicilios. El aumento de la calidad de vida ha triplicado los bienes a proteger y la sensación de estar amenazados por los que no poseen lo que nosotros tenemos. Las empresas de seguridad privada obvian que el número de delitos desciende en líneas generales y que la mayor parte de estos se cometen sin violencia.

 

La violencia engendra violencia, como se sabe, pero también engendra ganancias para la industria de la violencia, que vende espectáculo y lo convierte en objeto de consumo. Eduardo Galeano. 

 

Steven Pinker, el mito de la violencia.

  


 

Luis Calderón

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