El 24 de febrero pasado las autoridades ucranianas hicieron un descubrimiento alarmante: huesos y otros tejidos humanos metidos en heladeras en un sucio minibús blanco.
Los investigadores se quedaron todavia más intrigados cuando hallaron entre las partes humanas sobres llenos de dinero en efectivo y resultados de autopsias escritos en inglés.
Lo que los servicios de seguridad había interceptado no era la obra de un asesino en serie, sino parte de una ruta internacional de ingredientes para la fabricación de productos medicinales y dentales que son aplicados diariamente a pacientes en todo el mundo.
Los documentos interceptados sugerían que restos de ciudadanos ucranianos eran enviados a una fábrica en Alemania subsidiaria a su vez de una compañía norteamericana de productos médicos con sede en Florida, RTI Biologics.
RTI es una de varias compañías de una industria floreciente que obtiene ganancias convirtiendo restos mortales en múltiples mercancías, desde implantes dentales a cintas uretrales y tratamientos para arrugas. La industria ha crecido a pesar de que sus prácticas han despertado la preocupación acerca de la manera con que obtiene los tejidos y hasta qué punto están informadas las familias y los pacientes receptores de trasplantes sobre las realidades y riesgos del negocio.
Sólo en los Estados Unidos, el mayor proveedor y el principal mercado del mundo, se estima que se venden cada año dos millones de productos derivados de tejidos humanos, una cantidad que se ha duplicado en la última década.
Es una industria que promueve tratamientos y productos que literalmente permiten ver a los ciegos (mediante trasplantes de córnea) y caminar a los discapacitados motrices (reciclando tendones y ligamentos para utilizarlos en la reparación de rodillas). Es también una industria atizada por un gran apetito de ganancias y cadáveres frescos.
En Ucrania, por ejemplo, los servicios de seguridad creen que los cuerpos que pasan por un depósito de cadáveres en el distrito Nikolaev, la dura región de astilleros navales ubicada cerca del Mar Negro, pueden haber estado alimentando este tráfico de tejidos y dejando tras de sí, potencialmente, lo que los investigadores describieron como decenas de “muñecos humanos destripados” (cuerpos vaciados de todas sus partes re-utilizables).
Representantes de la industria argumentan que tales supuestos abusos son raros y que operan de forma segura y responsable.
Por su parte, RTI no respondió a las repetidas peticiones de comentarios, ni a una detallada lista de preguntas que le fue enviada un mes antes de la publicación de este reportaje.
En una declaración pública, la compañía proclamó que “honra el gesto de la donación de tejidos tratándolo con respeto, encontrando nuevos modos de utilizarlos para ayudar a los pacientes y ayudando a tantos pacientes como resulta posible con cada donación”.
“Nuestra desgracia”
Pese a su crecimiento, la industria de los tejidos humanos ha escapado durante mucho tiempo al escrutinio público. Esto se debe, en parte, a una supervisión oficial muy poco agresiva, y a lo atractivo que resulta la idea de permitir a los muertos ayudar a los vivos a sobrevivir o a vivir mejor.
Una investigación realizada a lo largo de ocho meses en once países por parte del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés) ha revelado, sin embargo, que las buenas intenciones de la industria de los tejidos humanos entran a veces en conflicto con los deseos de hacer rápidamente dinero con los muertos.
Hay salvaguardas inadecuadas para garantizar que todo el tejido utilizado por la industria sea obtenido de manera tanto ética como legal, según pudo descubrir ICIJ a través de cientos de entrevistas y el examen de miles de páginas de documentos públicos obtenidos gracias a solicitudes presentadas en seis países.
Pese a la preocupación de los médicos de que un negocio regulado de forma ligera pudiera dar pie a infectar a receptores de trasplantes con hepatitis, VIH y otros patógenos, las autoridades han hecho poco para hacer frente a esos riesgos.
En contraposición con sistemas estrechamente vigilados para rastrear órganos como corazones y pulmones en buen estado, las autoridades de los Estados Unidos y muchos otros países no tienen forma de averiguar con toda certeza de dónde proceden la piel y otros tejidos reciclados y adónde van.
Al mismo tiempo, dicen los críticos, el sistema de donación de tejidos puede agravar la pena de las familias en duelo, manteniéndolas en la ignorancia o confundiéndolas respecto a qué ocurrirá con los cuerpos de sus seres queridos.
Ellos, como los padres del joven ucraniano Sergei Malish, quien se suicidó en 2008, a los 19 años de edad, está expuestos a tener que lidiar con una lúgubre realidad.
En el funeral de Sergei, sus padres descubrieron cortes profundos en sus muñecas. Sin embargo, sabían que se había ahorcado. Más tarde, supieron que partes de su cuerpo habían sido recicladas y despachadas como “material anatómico”.
“Hicieron dinero con nuestra desgracia”, dijo el padre de Sergei.
Silencio incómodo
Durante la transformación que el tejido experimenta —de cadáver a artefacto médico—, algunos pacientes ni siquiera saben que son el destino final.
Los médicos no siempre les dicen que los productos utilizados en sus reconstrucciones de pechos, implantes de pene y otros procedimientos fueron retirados de muertos recientes.
Ni las autoridades son siempre conscientes respecto al lugar de dónde vienen o adónde van los tejidos.
La falta de una investigación apropiada significa que cuando se descubren problemas, algunos de los productos reelaborados ya no pueden ser localizados. Cuando el Center for Disease Control and Prevention (CDC, Centro para el Control y Prevención de Enfermedades) de Estados Unidos supervisa la retirada de productos hechos con tejidos potencialmente contaminados, con frecuencia los médicos especializados en trasplantes no resultan de mucha ayuda.
“A menudo hay un silencio incómodo. Dicen: ‘No sabemos adónde fueron’”, manifestó el doctor Matt Kuehnert, director del Departaento de Sangre y Biología del CDC.
“Tenemos códigos de barras para nuestros cereales (de desayuno), pero no los tenemos para nuestros tejidos humanos”, observó Kuehnert. “Todo paciente que tiene tejido implantado debería saber a qué atenerse. Es algo tan evidente. Debería ser un derecho básico del paciente. No lo es. Resulta ridículo”.
Desde 2002, la U.S. Food and Drug Administration (FDA, Administración de Alimentos y Drogas de Estados Unidos) ha documentado al menos 1.352 infecciones en el país con posterioridad a trasplantes de tejido humano, de acuerdo con un análisis de los datos de la FDA hecho por ICIJ. Esas infecciones fueron vinculadas al fallecimiento de 40 personas, indican los datos analizados.
Una de las flaquezas del sistema de supervisión de tejidos es el secreto y la complejidad que supone cruzar la frontera con partes humanas.
Los eslovacos exportan partes de cadáveres a Alemania; los alemanes a Corea del Sur y Estados Unidos; los coreanos del sur a México; Estados Unidos, a más de 30 países.
Distribuidores de productos manufacturados pueden hallarse en la Unión Europea, China, Canadá, Tailandia, India, África del Sur, Brasil, Australia y Nueva Zelandia. Algunos son subsidiarios de corporaciones médicas multinacionales.
La naturaleza internacional de la industria, afirman los críticos, hace fácil trasladar productos de un lugar a otro sin demasiado escrutinio.
“Si compro algo en Ruanda y después le pongo una etiqueta belga, puedo importarlo a Estados Unidos. Cuando uno entra en el sistema oficial, todo el mundo se vuelve confiado”, apuntó el doctor Martin Zizi, profesor de Neurofisiología en la Universidad Libre de Bruselas.
Una vez que un producto está en la Unión Europea puede ser embarcado a Estados Unidos sin muchas preguntas.
“Asumen que uno ha efectuado el control de calidad”, dijo Zizi. “Somos más cuidadosos con las frutas y los vegetales que con las partes humanas”.
Un pedazo del botín
En el interior del mercado de tejidos humanos las oportunidades de obtener ganancias son inmensas. Un solo cuerpo libre de enfermedades puede proporcionar beneficos de 80.000 a 200.000 dólares a los varios partícipes –con y sin ánimo de lucro– involucrados en extraer los tejidos y utilizarlos para elaborar productos médicos y dentales, de acuerdo con documentos y expertos del rubro.
Es ilegal en Estados Unidos, como en la mayoría de los países, comprar o vender tejido humano. Sin embargo, es admisible pagar honorarios que ostensiblemente cubren los costos de hallar, almacenar y procesar tejidos humanos.
Casi todo el mundo obtiene un pedazo del botín.
Los recolectores de cuerpos sobre el terreno pueden obtener en Estados Unidos hasta 10.000 dólares por cada cadáver que se aseguran gracias a sus contactos en hospitales, empresas de pompas fúnebres y depósitos de cadáveres. Las funerarias pueden actuar como intermediarias para identificar donantes potenciales. Los hospitales públicos pueden recibir beneficios por el uso de sus salas de extracción de tejidos.
¿Y las multinacionales de productos médicos como RTI? Les va muy bien, también. En 2011, RTI ganó 11,6 millones de dólares en ganancias previas al pago de impuestos, de un total de ingresos de 169 millones.
Phillip Guyett, que manejaba una compañía de extracción de tejidos en varios Estados norteamericanos antes de ser condenado por falsificar certificados de defunción, dijo que los ejecutivos de las compañías que le compraban tejidos lo invitaban a comidas de 400 dólares y a estancias en lujosos hoteles. Prometían: “Podemos convertirte en un hombre rico”. Llegó un momento en que comenzó a ver a los muertos “con signos de dólar pegados a sus partes”. Guyett jamás trabajó directamente para RTI.
Salmón ahumado
La piel humana toma el color del salmón ahumado cuando es extraída profesionalmente de un cadáver, en formas rectangulares. Un buen rendimiento es de unos seis pies cuadrados (1,82 metros).
Después de ser machacada para eliminar la humedad, una parte se destina a proteger a las víctimas de quemaduras de infecciones bacterianas mortales o, después de ser refinada un poco más, a reconstrucciones de pecho después de un cáncer.
El uso de tejido humano “ha revolucionado realmente lo que podemos hacer en cirugía de reconstrucción de pecho”, explica el doctor Ron Israeli, un cirujano plástico de Great Neck, Nueva York.
“Desde que comenzamos a usarla, alrededor de 2005, se ha convertido, realmente, en una técnica estándar”.
Un número significativo de tejido recuperado es transformado en productos cuyos nombres en los anaqueles dan pocas pistas sobre su auténtico origen.
Es utilizado en las industrias dentales y de belleza en todo un espectro de posiblidades: desde aumentar el volumen de los labios a alisar arrugas.
Los huesos cadavéricos –extraídos de los muertos y reemplazados con cañerías de PVC para el entierro—son esculpidos como tallas de madera para hacer tornillos y pernos en decenas de aplicaciones ortopédicas y dentales.
O son molidos y mezclados con productos químicos para componer pegamentos fuertes que se venden como mejores que los artificiales.
“A nivel básico, lo que estamos haciendo al cuerpo es una cosa muy física –e imagino que algunos dirían muy grotesca”, dijo Chris Truitt, un ex empleado de RTI en Wisconsin.
“Extraemos huesos del brazo. Extraemos huesos de la pierna. Abrimos el pecho para sacar el corazón y obtener las válvulas. Arrancamos las venas del interior de la piel”.
Tendones enteros, limpiados a cepillo y convertidos en seguros para el trasplante, son utilizados para devolver atletas lesionados al campo de juego.
También hay un activo comercio de córneas tanto en el interior de varios países como a escala internacional.
A causa de la prohibición de vender el tejido mismo, las compañías norteamericanas que lo comercializaron primero adoptaron los mismos métodos del negocio de recolección de sangre.
Compañías con fines de lucro montan empresas derivadas sin animo de lucro que recolectan el tejido –de modo muy parecido al que emplea la Cruz Roja cuando recoge sangre que es más tarde convertida en productos por entidades comerciales.
Nadie cobra por el tejido mismo, que, bajo circunstancias normales, es donado libremente por el difunto (vía los registros de donación) o por sus familias.
En su lugar, los bancos de tejidos y otras organizaciones involucradas en el proceso reciben unos mal definidos “pagos razonables” para compensarlos por obtener y manejar los tejidos.
“La jerga usual se refiere a la parte de los donantes como cosechar y de la subsiguiente transferencia vía el banco de hueso como comprar y vender”, escribió Klaus Høyer, del Departamento de Salud Pública de la Universidad de Copenhague, quién habló con representantes de la industria, donantes y receptores para un artículo publicado en BioSocieties.
“Esas expresiones eran usadas libremente en entrevistas; sin embargo, no escuché que usaran esa terminología frente de los pacientes”.
Un estudio financiado por Estados Unidos sobre las familias de los donantes de tejidos en ese país, publicado en 2010, indica que muchas pueden no entender el papel que las compañías con ánimo de lucro juegan en el sistema de donación de tejidos.
El setenta y tres por ciento de las familias que participaron en el estudio dijeron que no era “aceptable que el tejido donado fuera comprado y vendido, sin importar el propósito”.
Pocas protecciones
Hay un riesgo inherente en trasplantar tejidos humanos. Entre otras cosas, ha conducido a infecciones bacterianas de riesgo mortal, y a la diseminación del VIH, la hepatitis C y la rabia en receptores de tejidos, de acuerdo con el CDC.
La recolección moderna de sangre y órganos tiene códigos de barras y es sometida a fuertes regulaciones –reformas suscitadas por los evidentes desastres causados por una pobre supervisión de las condiciones y estado de los donantes. Productos hechos de piel y otros tejidos, sin embargo, se enfrentan a pocas leyes específicas que se ocupen de ellos.
En Estados Unidos, la agencia que regula la industria es la Food and Drug Administration, la misma que está encargada de proteger todo lo relativo a los alimentos, medicinas y cosméticos del país.
La FDA, que rechazó reiteradas demandas de entrevistas formales, no tiene autoridad sobre las instalaciones de salud que implantan ese material. Y la agencia no rastrea específicamente las infecciones.
Sí sigue a los bancos de tejidos registrados y a veces realiza una inspección. También tiene el poder de cerrarlos.
La FDA descansa en gran parte en requisitos que son establecidos por la industria del cuerpo, la American Association of Tissue Banks (Asociación Americana de Bancos de Tejidos). Sin embargo, sólo alrededor de un tercio de los bancos de tejidos de Estados Unidos que recuperan tejidos tradicionales como piel y huesos están acreditados por la AATB.
La asociación dice que la posiblidad de contaminación en pacientes es baja. La mayoría de los productos, dice la AATB, son sometidos a radiación y esterilización, lo que los vuelve más seguros que, por ejemplo, los órganos que son trasplantados de un ser humano a otro.
Hay poca información, sin embargo, que respalde las afirmaciones de la industria.
A diferencia de otros productos biológicos regulados por la FDA, explican funcionarios de la agencia, las compañías que hacen productos médicos con tejidos humanos están obligadas a informar sólo de los acontecimientos adversos más graves que descubren. Esto significa que si surgen problemas no hay garantía de que las autoridades sean informadas.
Y dado que los doctores no están obligados a decir a los pacientes que están obteniendo tejidos de un cadáver, muchos pacientes pueden no asociar una infección posterior con el trasplante.
Sobre este punto, la industria dice que es capaz de rastrear los productos de los donantes a los médicos utilizando sus propios sistemas de codificación y que muchos hospitales tienen sistemas en funcionamiento para rastrear los tejidos después de que son implantados.
Pero ningún sistema centralizado, regional o global, garantiza que los productos puedan ser seguidos desde el donante al paciente.
“Probablemente muy poca gente resulta infectada, pero realmente no lo sabemos, porque no tenemos la vigilancia y no disponemos de un sistema para detectar desenlaces adversos”, indicó Kuehnert, de la CDC.
La FDA retiró más de 60.000 productos derivados de tejidos entre 1994 y mediados de 2007.
La más famosa incautación ocurrió en 2005. Involucró a una compañía llamada Biomedical Tissue Services, que era dirigida por un ex cirujano dental, Michael Mastromarino.
Mastromarino recibía muchos de sus materiales básicos de enterradores de Nueva York y Pennsylvania. Les pagaba hasta 1.000 dólares por cadáver, indican los registros judiciales.
Su compañía despojaba a los cuerpos de sus huesos, piel y otras partes utilizables, y luego los devolvía a sus familias. Las familias, ignorando lo que ocurría, enterraban o quemaban las pruebas.
Uno de los más de 1.000 cuerpos desmembrados fue el del famoso conductor del Masterpiece Theatre y de la BBC Alistair Cooke.
Productos confeccionados con restos humanos robados fueron despachados a Canadá, Turquía, Corea del Sur, Suiza y Australia. Más de 800 de esos productos jamás han sido localizados.
Surgió más tarde en el juicio que algunos de los donantes de tejidos habían muerto de cáncer y que ninguno había sido examinado para detectar patógenos como VIH y hepatitis.
Mastromarino falsificó formularios de donantes, mintiendo sobre causas de muerte y otros detalles. Vendió piel y otros tejidos a varias compañías procesadoras de tejidos de los Estados Unidos, incluyendo a RTI.
“Desde el primer día, todo era organizado: todo, porque podíamos. En tanto el papeleo luciera bien, estaba bien”, dijo Mastromarino, que cumple una sentencia de 25 a 58 años de prisión por conspiración, robo y abuso de un cadáver.
Sheriff global
Cada país tiene su propio conjunto de regulaciones sobre el uso de productos confeccionados con tejidos humanos, a menudo basados en leyes que fueron pensadas para lidiar con la sangre o los órganos.
En la práctica, sin embargo, dado que Estados Unidos suple, según estimaciones, dos tercios de las necesidades mundiales de productos derivados de tejidos humanos, las circunstancias han obligado a la FDA a adoptar el papel de sheriff de buena parte del planeta.
Las empresas de tejidos humanos que desean exportar productos a los Estados Unidos están obligadas a registrarse ante la FDA.
Sin embargo, de los 340 inscritos allí, sólo un 7 por ciento tiene un registro de inspección en la base de datos de la FDA, según muestra un análisis de ICIJ. La FDA jamás ha cerrado ninguno de ellos por albergar sospechas de actividades ilícitas.
La información también muestra que un 35 por ciento de los bancos de tejidos activos inscritos en Estados Unidos no tiene un registro de inspección en la base de datos de la FDA.
“Cuando la FDA te inscribe, todo lo que tienes que hacer es llenar un formulario y esperar una inspección”, indicó el doctor Duke Kasprisin, director médico de siete bancos de tejidos de Estados Unidos. “Durante el primer año o dos, puedes funcionar sin tener a nadie observándote”.
Estas afirmaciones están respaldadas por informaciones que muestran que el típico banco de tejidos opera durante dos años antes de ser objeto de una primera inspección por parte de la FDA.
“El problema es que no hay supervisión. Todo lo que pide la FDA es que te registres”, dijo Craig Allred, un abogado previamente involucrado en un litigio contra la industria. “Nadie está supervisando lo que ocurre”. La FDA y los miembros de la industria “se acusan unos a otros”.
Sin embargo, en Corea del Sur, por ejemplo, el floreciente mercado de la cirugía estética utiliza a la FDA como argumento de venta.
En el centro de Seúl, la capital del país, Cirugía Plástica Tiara explica que los productos derivados de tejidos humanos “están aprobados por la FDA” y son, por tanto, seguros.
Algunos centros médicos promueven el “AlloDerm aprobado por la FDA” –un injerto de piel hecho con cadáveres norteamericanos donados para mejorar la nariz.
Le Do-han, funcionario a cargo de tejidos humanos para la FDA de Corea del Sur, dijo que el país importa el 90 por ciento de sus necesidades de tejidos humanos.
Tejidos en bruto son despachados desde Estados Unidos y Alemania. Este tejido, una vez procesado, es a menudo re-exportado a México como mercancía manufacturada.
Pese a los complicados movimientos de ida y vuelta, Le Do-han reconoce que no se ha establecido un correcto mecanismo de rastreo.
“Es como poner etiquetas en carne de vaca, pero no sé siquiera si eso es posible en los tejidos humanos, porque hay tantos viniendo”.
Haciendo equipo
En sus declaraciones ante la Securities and Exchange Commission norteamericana (NDT: comisión supervisora de las operaciones bursátiles), la RTI, que cotiza en bolsa, ofrece un vislumbre del tamaño y alcance global de la compañía.
En 2011, la compañía manufacturó entre 500.000 y 600.000 implantes y lanzó 19 nuevos tipos de implantes en medicina deportiva, ortopedia y otras áreas. El noventa por ciento de los implantes de la compañía son confeccionados con tejidos humanos, mientras que el 10 por ciento proviene de vacas y cerdos procesados en una factoría alemana.
La RTI exige a sus proveedores de partes humanas en Estados Unidos y otros países que cumplan con las regulaciones de la FDA, pero reconoce que no hay garantías.
En sus declaraciones de 2011, RTI indicó que “no puede haber seguridad” de que sus proveedores de tejidos “cumplirán con regulaciones destinadas a prevenir la transmisión de enfermedades transmisibles”, o de que, “aun si se logra ese cumplimiento”, sus “implantes no hayan estado o estén asociados a la transmisión de enfermedades”.
Como muchas de las compañías de tejidos humanos con fines de lucro que alguna vez no los tuvieron, RTI nació en 1998 como una subsidiaria propiedad del Banco de Tejidos sin ánimo de lucro de la Universidad de Florida.
Documentos internos de la compañía de Tutogen, una firma de productos médicos de Alemania, muestran que RTI trabajó en comandita con Tutogen ya en septiembre de 1999 para contribuir a que ambas satisficieran sus crecientes necesidades de material en bruto mediante la obtención de tejidos humanos en Europa del Este.
Ambas compañías obtuvieron tejidos de la República Checa. De forma separada, Tutogen los obtuvo en Estonia, Hungría, Rusia, Letonia, Ucrania y más tarde Eslovaquia, según muestran los documentos analizados.
En 2002, surgieron acusaciones en los medios checos de que los proveedores locales de RTI y Tutogen estaban obteniendo algunos tejidos allí de forma impropia.
El escándalo público forzó el cierre de la compañía checa, aunque no hay indicios de que Tutogen o RTI o sus empleados hicieran nada impropio.
En marzo de 2003, la policía de Letonia investigó si el proveedor local de Tutogen había extraído tejidos de unos 400 cuerpos en el instituto médico forense del Estado sin consentimiento adecuado.
Madera y telas habían sido colocadas en lugar de músculos y huesos de los fallecidos para dar la apariencia de que estaban intactos antes del entierro, informaron medios locales.
La policía acusó eventualmente a tres empleados del proveedor, pero más tarde desestimó los cargos cuando un tribunal dictaminó que no era necesario el consentimiento de las familias de los donantes. De nuevo, no hubo indicio alguno de que Tutogen actuara de forma impropia.
En 2005, la policía ucraniana lanzó la primera de una serie de investigaciones sobre las actividades de los proveedores de Tutogen en ese país. La investigación inicial no llevó a presentar acusaciones criminales.
La relación entre Tutogen y RTI, mientras tanto, se volvió aún más estrecha a fines de 2007, cuando se anunció una fusión entre las dos compañías. Tutogen se convirtió en subsidiaria de RTI a comienzos de 2008.
Representantes de RTI se negaron a responder preguntas de ICIJ acerca de si sabían sobre las investigaciones de la policía respecto de los proveedores de Tutogen.
Dos costillas
En 2008, la policía ucraniana lanzó una nueva investigación. Empezó a examinar acusaciones de que de más de 1.000 tejidos al mes estaban siendo extraídos ilegalmente en un instituto médico forense en Krivoy Rog y enviados, vía terceros, a Tutogen. Joseph Düsel, el fiscal general de Bamberg, dijo en 2009 que “lo que la compañía hace tiene la aprobación de la autoridad administrativa que, además, la supervisa. No vemos en este momento ninguna razón para iniciar una investigación”.
Nataliya Grishenko, la juez que investigó el caso, reveló que muchos familiares afirmaron que habían sido engañados para firmar formularios de consentimiento o que sus firmas habían sido falsificadas.
Sin embargo, el principal sospechoso del caso –un médico ucraniano—murió antes de que la corte emitiera un veredicto. El caso murió con él.
Tutogen “opera bajo muy estrictas regulaciones de las autoridades alemanas y ucranianas, así como de otras autoridades regulatorias europeas y norteamericanas”, afirmó la compañía en una declaración escrita mientras el caso estaba aún en trámite. “(Nuestros proveedores) han sido inspeccionados regularmente por todas esas autoridades a lo largo de muchos años de operaciones y Tutogen sigue teniendo buena reputación ante ellos”.
Diecisiete de los proveedores ucranianos de Tutogen han sufrido una inspección de la FDA. Las inspecciones son anunciadas, de acuerdo con el protocolo, con seis a ocho semanas de anticipación.
Sólo una —BioImplant, en Kiev— recibió una devolución negativa. Entre los hallazgos de la inspección de 2009 se supo que no todos los depósitos de cadáveres tenían agua corriente caliente y no se seguían algunos procedimientos sanitarios.
Inspectores de la FDA también identificaron deficiencias en las importaciones ucranianas de la RTI cuando visitaron las instalaciones de la compañía en Florida.
RTI tenía traducciones al inglés, pero no los informes originales de la autopsia de sus donantes ucranianos, según descubrieron los inspectores de la FDA durante una auditoría en 2010. Esos fueron, a menudo, los únicos documentos médicos que la compañía utilizó para determinar si el donante era saludable, observaron los inspectores en su informe.
La compañía dijo a los inspectores que era ilegal en Ucrania copiar el informe. Pero, tras la inspección, comenzó a coservar el documento original en ruso junto con su traducción al inglés.
En 2010 y 2011, inspectores de la FDA pidieron a RTI que cambiara el modo en que etiquetaba sus importaciones. La compañía estaba obteniendo tejido ucraniano, despachándolo a Tutogen en Alemania y luego exportándolo a los Estados Unidos como producto alemán.
Aunque la compañía acordó cambiar sus políticas, hay algunos indicios de que puede haber continuado etiquetando algo de tejido ucraniano como alemán.
En febrero pasado (2012), la policía ucraniana hizo una redada cuando funcionarios de un departamento forense regional, en Nikolaev Oblast, cargaban tejido humano extraído en la parte trasera de un minibus blanco. La filmación del decomiso por parte de la policía muestra tejido etiquetado “Tutogen. Made in Germany”.
En este caso, los servicios de seguridad dijeron que los funcionarios forenses habían engañado a parientes de los pacientes fallecidos para que aceptaran la extracción de lo que pensaban era una pequeña cantidad de tejido, jugando con su dolor y su pena.
Los documentos incautados –análisis de sangre, una autopsia y etiquetas escritas en inglés y obtenidas por ICIJ— sugerían que los restos estaban en camino a Tutogen.
Uno de los fragmentos de tejido encontrados en el minibús correspondía a Oleksandr Frolov, de 35 años, que había muerto de un ataque de epilepsia.
“De camino al cementerio, cuando estábamos en el cortejo fúnebre, uno de sus pies… notamos que uno de los zapatos se caía, que parecía estar suelto”, contó su madre, Lubov Frolova, a ICIJ. “Cuando mi nuera lo tocó, dijo que el pie estaba vacío”.
Más tarde, la policía le mostró una lista de lo que había sido extraído del cuerpo de su hijo.
“Dos costillas, dos talones de Aquiles, dos codos, dos tímpanos, dos dientes, y suma y sigue. No pude leerlo hasta el final, porque me descompuse. No pude leerlo”, dijo.
“Escuché que [los tejidos] eran enviados a Alemania para ser utilizados en cirugía plástica y también para donación. No tengo nada contra la donación, pero debería ser realizada de acuerdo con la ley”.
La policía mostró documentos a Kateryna Rahulina, cuya madre de 52 años, Olha Dynnyk, murió en septiembre de 2011. Los documentos estaban destinados a que diera su aprobación para que se tomaran tejidos del cuerpo de su madre.
“Estaba en estado de shock”, dijo Rahulina. Jamás había firmado los papeles, dijo, y era evidente para ella que alguien había falsificado su aprobación.
El departamento forense de Nikolaev Oblast, donde ocurrieron los incidentes alegados, era, hasta hace poco, uno de los 20 bancos de tejidos ucranianos registrados ante la FDA.
En la página web de la FDA, el número de teléfono para cada uno de esos bancos de tejidos es el mismo.
Es el número de teléfono de Tutogen en Alemania.
Los autores de este artículo pertenecen al Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, una red global independiente de reporteros que colaboran en historias de investigación internacionales. Para ver vídeos, gráficos y más historias de esta serie ir a www.icij.com/tissue.
Colaboraron en esta investigación: Sandra Bartlett, Joe Shapiro, Mar Cabra, Alexenia Dimitrova y Nari Kim.
Traducción al español: revista el puercoespín
Autor: Kate Willson, Vlad Lavrov, Martina Keller, Thomas Maier y Gerard Ryle