Ya no hay fe en Inglaterra

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En Inglaterra el referéndum es casi un hábito cotidiano, como el té de las cinco. Tendríamos que ser ingleses los españoles para que Pablo pudiera sentarse, o mejor, para que Pablo pudiera irse con la llegada del buen tiempo a Hyde Park...

 

Al final de esta pugna, a propósito de Cataluña, de los partidos por aposentarse cada uno en su asiento diferenciado (el juego de la silla de toda la vida), quien ha perdido ha sido Pablo Iglesias. Pablo está fuera porque se ha quedado de pie con su referéndum (el mismo que ya no tiene pinta de llegar, ni tarde ni temprano) en las manos, que es algo que no le pasa, por ejemplo, a Cameron y a los ingleses.

 

En Inglaterra el referéndum es casi un hábito cotidiano, como el té de las cinco. Tendríamos que ser ingleses los españoles para que Pablo pudiera sentarse, o mejor, para que Pablo pudiera irse con la llegada del buen tiempo a Hyde Park (esquina de Marble Arch), montar su tribuna, soltar su discurso y tomar el tole, como decía Camba, que es lo que nos vendría bien a todos, incluido a él, para descansar.

 

Nadie prohíbe nada en la pérfida Albión y por eso su sociedad está llena de oradores aficionados. Allí hace falta mucho más para alcanzar una Cámara. Aquí a esos aficionados ya los tenemos en ellas y, en vez de irse a su casa al terminar el speech, se quedan en el escaño para siempre.

 

En Cataluña la cosa ha ido más allá, tanto que la idiocia ha acabado hasta con Montaigne, quien decía que la razón es como una olla con dos asas, se le puede coger por la derecha y por la izquierda. La razón del separatista no hay por dónde cogerla, de tal modo que se da una unión casi universal en su contra. No se sabe cómo va a acabar el asunto, pero existe la posibilidad de que lo que parecía una ruptura vaya a terminar en impensable concordia, y con Mas como salvador de la patria española.

 

Artur está consiguiendo sacar lo mejor de los españoles, donde Rajoy zapatea por retranca como por bulerías: ¡Balón de Oro a Cristiano, o, o, o. o, olé!, y Snchz lee con una apostura firme, sin bandazos, unos textos preciosos de estadista poeta.

 

Da la impresión de que mientras ellos rejuvenecen el president envejece desquiciado, no se sabe si por la CUP o por efecto de la rotación de la tierra. Nunca le vi más viejo y desarmado que en ese receso de la investidura (Homs parecía aquel fraile que hablaba en todas las lenguas y en ninguna de El Nombre de la Rosa), como si estuviera contemplando su verdadero destino por primera vez.