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Mientras tantoSoledades aprendidas

Soledades aprendidas

 

Me siento sola cuando tengo ausencia de mí pero no de ti. La ausencia del otro es puramente circunstancial y en gran medida gozosa. Me permite echarle de menos, tomar distancia, estar conmigo, salir de él. Cuando tengo ausencia de mí no soporto el mundo que contiene al resto sin reflexión y dedico las horas a arbitrar el pensamiento que se debate entre el ansiado exilio y la forzosa necesidad de otros a veces.

 

Soledad es que no me dejen ser lo que soy todas las horas del día; que no pueda ganarme la vida (expresión desoladora) con aquello que mejor hago; que me insistan en madurar a base de conformismo. Ese tipo de apatía me destruye con precisión de tortura.

 

También desarropa que le den a una la razón sin apoyo o sin creencia, y es aún peor el frío cuando el respaldo se reduce a un conveniente silencio que busca cómplice en alguna excusa. En cambio, cuando todos desaparecen indolentes yo no me siento sola; lo estoy. Y es en esa certeza donde encuentro regocijo al saber que continúo tal y como vine y como tengo intención de marcharme. A solas. Confiando en que mi presencia haya servido de algo a quien sea.

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