Los seres humanos cuando hacen de clientes no dejan de serlo, por lo que no debería sorprendernos que prefieran:
— el placer ante el dolor
— lo conocido ante lo desconocido
— lo barato ante lo caro
— lo dulce ante lo amargo
— lo bueno ante lo malo
— lo seguro ante lo que introduce incertidumbres
— lo que no hace esperar inútilmente
— lo simple ante lo complicado
— lo que no necesitan volver a recordar
— lo que no es irreversible
— lo que desean / tienen / hacen los demás
— lo que les acerca a los que quieren parecerse
— lo que responde
— lo positivo ante lo negativo
— lo humano
Obviamente estas criaturas, a su pesar, no tienen más remedio que renunciar a alguna preferencia. Normalmente, las soluciones vienen en sistemas: mezclan soluciones de progreso con compromisos imperfectos. Un innovador debe trabajar sobre esos compromisos: entender los dilemas, superarlos. La tecnología, los modelos de negocio la participación de los usuarios, son herramientas modernas para cuestionar creativamente los viejos compromisos.
El mundo del pasado tiene buenas raíces. No en vano, un día triunfó. Suele perecer por aferrarse a sus recetas de éxito obsoletas. Esa es la ventana de oportunidad del innovador. Si el pasado fuera siempre capaz de devorarse, pocas veces cambiarían las marcas. Pero para ello deberían liberarse de la rigidez de la edad y de la impronta de su juventud.
(basado en un post de 2005 en estratega.com)