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Mientras tantoCrónica de una fiesta porno

Crónica de una fiesta porno

El sexo de Lucía   el blog de Lucilob

Yo estuve allí, fui una de las afortunadas en asistir al 35 aniversario de la Sala Bagdad, la sala de porno en vivo más grande de España. El fiestorro del Bagdad, uno de los negocios relacionados con la carne pioneros en España (abrió a finales de 1975, con el dictador ya fallecido, menos mal, que si no, se hubiera llevado un disgusto…), fue el jueves pasado en Barcelona: asistió la flor y nata del panorama nacional del cine para adultos. Estaban Sophie Evans, Toni Ribas, Baby Pin Up (una contorsionista vaginal de la que hablaré más adelante), Max Cortés, Karmen Snake, Dunia Montenegro, etc.

 

Los padrinos del evento fueron el miembro por excelencia del porno patrio, o sea, Nacho Vidal, y una chica, Sabrina Sabrok, que a mí no me sonaba en absoluto así que, como me debo a la investigación, antes de plantarme en Barcelona eché mano de San Google para localizar algunas imágenes de la susodicha y poder identificarla después. La cara es lo de menos, porque esta bendita por lo que resalta es porque tiene unas tetas descomunales, vamos una cosa de lo más insana (busquen las fotos y díganme si tengo o no razón). Fíjate que me la presentaron y estuve a punto de preguntarle cómo se llamaban cada una de las lolas porque con esas dimensiones deben de ser, por lo menos, personas jurídicas. Una pasada. También conocí a una señora muy maja, una vecina del barrio que había bajado al local al ver tanto ajetreo en la calle. Matilde, la vecina, se paseaba a sus anchas vestida únicamente con camisón largo y sin sujetador, pero no desentonaba en absoluto porque allí la única que debía utilizar sujeción para los pechos era yo.

 

Actuaron Miss Orense (que ha sido portada de una revista del grupo Zeta que no es ni Tiempo ni Viajar) y Dinio, que no se quitaba para nada sus gafas de sol a pesar de la tenue iluminación del escenario. El tío resultaba de lo más natural: ella comiéndole la polla y él con las Ray Ban puestas, lo habitual en estas situaciones, ¿no? Pero lo que más me impactó fue el espectáculo de Baby Pin Up, una contorsionista vaginal capaz de meterse en el coño metros y metros de pañuelos, collares infinitos de perlas… Estoy segura de que podría introducirse incluso hasta rosarios, por mucho que le pesara a la Iglesia Católica. A mi su show me recuerda a aquella canción de los 80, no recuerdo el nombre del grupo, que decía “le metí una mano, le metí una pierna…” y luego el tío se acababa cayendo dentro y se encontraba a un amigo, en fin.

 

 

Queridas lectoras, si es que hay alguna: no intenten hacer en casa lo que hace Baby Pin Up y no me pregunten tampoco cuál es el interés de hacerlo, aunque desde luego práctico es súper práctico. Imagínense la situación: sales a la calle y te das cuenta de que te has dejado el bolso en casa y que vas cargada con las llaves del coche y de casa, el móvil, el mechero, el paquete de kleenex, la barra de labios, las Tena Lady, el paquete de aspirinas por si acaso y todo lo demás. Y no te da tiempo a volver. Pues si eres como Baby Pin Up te lo metes todo dentro y tan ricamente. Es como si llevaras un bolso incorporado, ¿qué no? Algo así como un canguro, pero con la bolsa por dentro. Y si un tío te pide fuego buscas el mechero y se lo das. Y ya está. Lo del Bagdad (por cierto, si no conocen la sala les recomiendo vivamente visitarla aunque sólo sea porque su decoración es de lo más kitsch) duró hasta las doce de la noche, pero luego la fiesta continuó en una discoteca donde se armó la de Dios: yo llegué muy recatada, pero claro, como tengo cuerpo neumático me confundieron con una actriz porno y Juani, la propietaria de Bagdad, me dijo que espabilara porque me tocaba subir al escenario. Yo me di cuenta en ese momento de que no iba depilada y así, cual Brigdet Jones, me entró un agobio tremendo. Pero menos mal que llevo siempre una maquinilla en el bolso (que no en el coño) y fui rauda al servicio a ver si me daba tiempo a hacerme por lo menos las medias piernas. Pero no pude depilarme porque al entrar en los urinarios allí estaban tres o cuatro liados, pim pam pum, ponte aquí que te como el coño, métesela por el culo, dámelo todo y córrete como un toro… Entre tanto revoltijo me pareció reconocer las tetas de la Sabrok, pero no podría jurarlo. Creo que debían de estar grabando, porque había mucha luz, y es que las estrellas del porno son así, ya me lo decía un periodista de Interviú la mar de simpático que conocí a lo largo de la noche: “en cuanto ven las largas empiezan a hacer el show”. Así era: ellos y ellas estaban tan normalicos tomándose una copa y en cuanto se encendía una cámara toma metamorfosis: que si te chupo la lengua, que si lamo lascivamente una piruleta con forma de pene, que si me toco los pezones… El porno profesional es cualquier cosa menos natural, o ¿acaso a ustedes no les ha llamado nunca la atención las tías que se masturban en las pelis con esas uñas tan largas pintadas de rojo? Pero qué grima, hombre. Yo soy más de porno amateur, como Nacho Vidal, quien me lo confesó una vez. Pero eso lo contaré en otro post. Sigamos con la fiesta: mi única crítica es que hubo más actrices que actores a no ser por uno que parecía un toro, creo que era nórdico. No sé cómo se hacía llamar, pero os puedo asegurar que su cuello no se podía rodear con dos manos normales, hacían falta por lo menos cuatro. Qué bestia parda, madre mía, qué brazos más anchos, qué piernas y esto no era lo único que tenía grande porque el de Interviú me dijo, textual, que tenía una tranca (no se abochornen por favor con este vocabulario, es que los que trabajamos en la prensa tórrida somos de un vulgar…).

 

Comí varios canapeses y me tomé una coca cola, no más. Intenté hacerme con una piruleta de pene, pero se las habían comido todas las actrices, muy fálicas ellas, así que sólo me tocaron con forma de vulva. No sé si esto tendrá algún significado, la verdad. Y allí estuve hasta las tantas: no ligué, que conste que porque no quise. Pero la que sí ligó, y bien (no digo bien porque el mozo fuese de mi gusto, sino porque era la que más calentaba el ambiente, sin estar, paradójicamente pagada para ello como las demás), fue Lucía Etxebarría. Desconozco cuál es su nexo con Bagdad, pero allí estaba en un sillón apartado magreándose, como dirían en mi tierra. Otra famosa que me costó reconocer fue Carmen de Mairena: primero pensé que era Sara Montiel (claro, me dije, como ha actuado Dinio pues ha venido a verle…), después, Marujita Díaz, y así hasta que alguien me aclaró que no, que era Carmen de Mairena. A mi me parecía una mezcla entre Tutankamon, Georgie Dann y la duquesa de Alba, todo mezclado y como en imitación barata, de chino vaya. Y oye, lo que son las cosas, no sé si será telepatía, pero justo cuando tenía este pensamiento la tipa va y me mira, abre la boca y me hace un movimiento lascivo de lengua. Ya no recuerdo más de la noche, al parecer me desmayé cuando vi a Carmen viniendo hacia mí. Pero no perdí el sentido de emoción, ¿eh?, sino de miedo.

 

 

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