De Los Molinos a la Gran Manzana

295

Honky_Tonk

¿Por qué no tanteas a ver cómo están las cosas en Estados Unidos? Allí hay un mercado interior gigantesco y una industria que da trabajo a muchos músicos, le dije a mi amigo Basilio hace unos meses. Aquí sólo nos llegan algunas de las estrellas internacionales, pero hay un montón de grandes artistas que viven en el mercado interior porque no quieren o no pueden moverse más allá de sus fronteras. Así que para allá se fue en un viaje de estudio y prospección y hace unas semanas que ha regresado de Nueva York, donde ha estado dos meses estudiando, tocando y empapándose de la vida en ese país donde la economía va creciendo poco a poco. Pero en la meca de la música, no es oro todo lo que reluce.

Casi a cualquier hora y casi en cualquier local público -como un pub, club o bar- se puede escuchar música en directo. Vamos, igualito que aquí. Esto sí que es una diferencia importante porque da la medida de cómo se vive la música y qué importancia se le da como parte del tejido industrial que genera muchos beneficios al país. Así se entiende que allí estén los mejores músicos, que un concierto siempre suene bien y que un disco siempre esté bien grabado. Cualquiera que quiera ir allí a buscarse la vida, que tenga en cuenta que va a encontrarse con un mercado altamente cualificado.

Sin embargo, los músicos que animan estos lugares, lo hacen por 50$ o por las propinas. Parece que en esto no están mejor que nosotros, pero hay cola para tocar en cualquiera de esos garitos. Es cierto que, en España, cada vez hay menos sitios donde una banda puede tocar en directo y hay que reconocer el mérito que tienen los que siguen haciéndolo como la ya mítica sala Honky Tonk de Madrid.

El 19 de noviembre de 1987, Antonio Yenes, que había sido batería del grupo Mermelada, llevó a cabo su sueño de abrir una sala que tomase el testigo del Rock Ola, cerrado en 1985 tras una reyerta entre bandas en la puerta del local que acabó con la muerte de un joven. Durante unos años, Antonio invirtió esfuerzo y dinero para crear una filosofía en la sala de respeto a la música en directo y a los músicos. A la larga, su plan dio resultado y consiguió un éxito que sigue cosechando resultados.

Hoy, casi 25 años después, Honky Tonk puede presumir de programar conciertos los 365 días del año y pagar siempre a los músicos más que en muchos de esos locales de la Gran Manzana. Si comparamos capitales, sueldo mínimo, envergadura de la industria musical, consecuencias de la crisis y algún otro parámetro que se nos ocurra, lo del Honky Tonk tiene mucho mérito y hay que agradecer a Antonio Yenes su empeño cuando se lo inventó y a los actuales dueños que sigan creyendo en una fórmula que, con la que está cayendo, deja abierta una puerta a los músicos y a un público que sigue encontrando un lugar donde poder escuchar un buen concierto en directo.

@Estivigon