Hoy, que todo se mide y se pesa, que todo se califica, se hace más necesario que nunca romper con la etiqueta que tantos roces genera más allá de la piel. Es la nuestra una sociedad decadente de mirillas y cerrojos, de camisa y corbata en función de domingo. Cualquier causa se aprovecha para definirse y hacer de la bruta diferenciación una necesidad carente de sentido. Los prejuicios nos pierden, mal que nos pese, y los miedos, robusto cimiento de los mismos.
El calibrado del ojo crítico
Hoy, que todo se mide y se pesa, que todo se califica, se hace más necesario que nunca romper con la etiqueta que tantos roces genera más allá de la piel. Es la nuestra una sociedad decadente de mirillas y cerrojos, de camisa y corbata en función de domingo. Cualquier causa se aprovecha para definirse y hacer de la bruta diferenciación una necesidad carente de sentido. Los prejuicios nos pierden, mal que nos pese, y los miedos, robusto cimiento de los mismos.
Somos éstos, sí, pero también todos los demás. Sin nuestras circunstancias, somos presos, tiranos o magníficos cabrones. Sin nuestra educación, somos unos camicaces en busca de experiencias o villanos sin escrúpulos o unos necios cualesquiera, si es que en verdad no somos un poco todos. Nos componemos de una personalidad poliédrica dividida en multitud de extraños atributos destinados a colisionar entre sí. El carácter choca con la sensibilidad, el humor con la apatía, el conocimiento con la condescendencia. Vivimos tiempos de abrumadora información e indagación poco exhaustiva. Andamos en la reivindicación kafkiana de lo nuestro como si fuera propio y no perteneciera en gran parte a los demás.
Vivimos de ellos, de los otros, y también con ellos. No importa cuánto se combata; cuando morimos, una parte de éstos muere también con nosotros aunque nos cueste llevarlos. Por eso aún converso con esta carga asumida. También los demás me sostienen y soportan con digna elegancia y paciencia.
Nos hemos dado por sentado tan pronto… Volvamos a calibrar lupas y microscopios y acerquemos la lente a una injusta distancia empática a la que nadie queda en buen lugar. No busquéis más allá. Soy el enemigo, sois el enemigo, de nosotros mismos, todos. No nos demos más importancia. No expiemos pecados en confesiones ajenas.