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Mientras tantoEl naufragio del hombre

El naufragio del hombre


Debería ser de obligada lectura El Naufragio del Hombre, el libro de los españoles Santiago Alba Rico y de Carlos Fernández Liria. No es una lectura clásica de domingo ni una palmadita en la espalda, pero sí es un espejo sin efectos especiales que permite entender el fracaso de esta Humanidad y la casi inevitabilidad de revelarnos si queremos seguir subsistiendo.

Naufragamos y hay algunas pruebas evidentes del agujero por el que el agua salada entra como torrente sin cauce. Haití sigue siendo una de ellas. P. acaba de regresar de allá. Su dolor no me conmueve, me asusta. Mi amigo P. había estado en «sitios peores»: campamenots de refugiados en la Africa perdida, terremotos asiáticos, violencia hermana en Colombia… Regresaba cansado, pero nunca derrotado. Contaba los pequeños éxitos de la ayuda humantaria y, en todo caso, era yo el que trataba de argumentarle sobre la inutilidad de poner tiritas a un cuerpo atravesado por espadas incandescentes.

Esta vez ha sido P. el que ha llegado cansado y derrotado. Como si la nave que ha estado construyendo se hubiera hundido de repente en el naufragio de este océano imposible. No entiendo y pregunto. ¿Cuál es la diferencia? La gente se muere, sí, como en las guerras, como en los desastres naturales… ¿cuál es la pinche diferencia? Y la diferencia es que mientras en cualquier otra cirscunstancia P. sentía que algo mejoraba cada día, en Haití el cólera sumado a la hecatombe cotidiana logra que cada día nuevo sea aún peor.

P. me asusta porque era uno de los hombres optimistas que conocía. Lo que pasa en Haití no me asusta, me confirma el fracaso, el naufragio sin salvavidas, la confusa realidad en que se cocina la muerte de miles de homo sacer. Mientras los chicos de El País o de The New York Times se escandalizan por los papeles de Wikileaks y la confirmación de lo que ya sabemos (que los imperios son pedantes, asesinos y abarcadores), en Haití sigue la barbarie camuflada por la hipócrita ONU y por los bienintencionados pero tanequivocados cooperantes.

Quizá, para recuperar a Alba Rico, hay que ser conscientes que ante este naufragio nos toca salvarnos juntos. «Nos rompemos, nos morimos; hay luchas en las que sólo puede haber un vencedor; porque nos  morimos tenemos que cuidarnos los unos a los otros; porque el capitaismo nos trata sin cuidado, es necesaria la revolución».

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