Galerías

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No me había interesado hasta hora especialmente el trabajo de Carmen Calvo y apenas lo conozco. Pero ha me parecido excelente la exposición suya que acabo de visitar en la galería Rayuela.

 

  

La galería estaba vacía, como lo están a menudo las galerías en Madrid, vacías del todo casi siempre y a veces con una o dos personas, tan raras que encontrarse con alguien causa la extrañeza de lo insólito o lo infrecuente. Las galerías de mi ciudad están vacías mientras museos y centros de arte están llenos. Unos más y otros menos, pero a la misma gente que va sin duda a ver una exposición de Juliao Sarmiento en Casa encendida o de Bleda y Rosa en PhotoEspaña no se le ocurriría nunca ir a verlas a sus galerías, IvoryPress o Fúcares, ni la mayor parte de los visitantes del Reina Sofía pasean luego por las que hay en torno, o las del Barrio de las letras o Claudio Coello.

 

  

Y sin embargo muchas de las mejores exposiciones que yo he visto en Madrid en los últimos años ha sido en galerías. Recuerdo una excelente de Leiro, y otra de Genovés, en Marlborough, la de Gottlieb hace un tiempo y la reciente, de una sutil belleza, de Elena del Rivero en Elvira González, ésta de Carmen Calvo o una de Saura hace unos meses en Rayuela, una fantástica exposición de los años 50 de Ramón Gaya en Guillermo de Osma, las recientes de Richard Serra o Mathias Goeritz en La Caja negra y, desde luego, casi todas las de La Fábrica, ese gran centro de la fotografía internacional que dirige en Madrid Efraín Bernal: Shirin Neshat, Marina Abramović, Gregory Crewdson, ¡nada menos!

 

  

Algunas de ellas excelentes retrospectivas de obra pasada –las de Saura, Serra, Goeritz- pero otras, la mayoría, muestra de lo que esos artistas están haciendo ahora mismo, Abramović, Neshat, Elena del Rivero, Leiro, Crewdson, Genovés, como si no fueran por definición las galerías donde se muestra lo de verdad contemporáneo y los museos a menudo algo pasado. Y casi todas las he visto solo, sin colas como la enorme que acabo de tener que hacer para ver en París la también enorme pieza de Anish Kapoor en el Grand Palais, sin masas de gente circulando, sin los guardias-jurado que cada vez con más frecuencia y en mayor número se nos interponen o nos persiguen en los principales espacios madrileños de arte contemporáneo, sin el habitual sonido-ambiente de los walkie-talkies. Solo, en silencio, disfrutando de la cercanía de las piezas y de una inmensa tranquilidad con que poder mirarlas y aprovechando ese enorme valor añadido que dan las galerías: poder ver a la vez unas cuantas piezas de un artista, las suficientes como para entender por lo menos su momento actual, lo que está queriendo hacer ahora.

 

  

En un museo en cambio es muy difícil ver hoy en día suficiente obra de un autor como para entender de verdad de qué se trata. Alguna vez he escrito ya de esto, cómo la manera fragmentada como a menudo se muestra hoy el arte contemporáneo impide comprenderlo. ¿Cómo entender qué vemos en colecciones permanentes que apenas tienen algunas piezas, como mucho, de un autor y hasta posiblemente de épocas distintas y diversas, en el batiburrillo de una Bienal, en una exposición colectiva, en una de las tan frecuentes en los últimos años exposiciones de comisario donde la obra del artista pasa a ser apenas una ilustración de su discurso, en una feria como ARCO o Basel? ¿Cómo entender realmente quién es un artista, qué hace, cuál es su propuesta? ¿Cómo comprender así el arte contemporáneo?

 

 

Hay muchas cosas que no me gustan de Madrid, pero entre las que sí está la fantástica oferta de sus galerías. No sé si en París, por ejemplo, puede uno un sábado por la mañana ver tanto arte bueno haciendo ese gesto fácil, espléndido y gratuito, que les recomiendo, de ir caminando por la calle, entrar en una galería, mirar el rato que uno quiera y volver a salir al bullicio y a tomarse una cerveza.

José Antonio de Ory es escritor, entre otros oficios que lo han llevado a vivir de un lado a otro del mundo: Colombia (en tres ocasiones), la India y Nueva York. Ahora en Madrid, continúa escribiendo cuando le da el tiempo sobre cultura y otras cosas de la vida en este blog, donde se permite contar, y opinar, cómo ve las cosas. Es autor de Ángeles Clandestinos. Una memoria oral del poeta Raúl Gómez Jattin (Ed. Norma, Bogotá, 2004).