
En el de la tercera temporada Cullen terminó atrapado y perdido, muy perdido. Esperamos impacientes el estreno de la cuarta temporada, pero antes recordamos un artículo que escribimos sobre él.
Cuando Cullen Bohannon, Anson Mount, aparece en los primeros planos de la serie, Hell on Wheels (Infierno bajo ruedas) te das cuenta inmediatamente que es un hombre derrotado, roto, pero tardas la mitad de una milésima de segundo en querer saberlo todo sobre él. En seguida averiguas que es un soldado confederado que persigue a los asesinos de su mujer y de su hijo. Derrotado en la guerra, derrotado en su vida personal. Le compadeces y le acompañas desde el primer capítulo en su venganza, en su dolor. Por supuesto, una parte de tu empatía se produce gracias a su erótica, su masculinidad, y claro, te preguntas: ¿Y si te encuentras a un perdedor la mitad de sexy? Evidentemente, coges unas monedas y te vas al super a comprar chocolate. ¿Quién quiere complicarse la vida con un perdedor sin glamour y sin erótica? Nadie.
Bohannon llega a las obras de la construcción del primer ferrocarril transcontinental de Estados Unidos, unas obras que aglutinan a muchos perdedores de diferentes ideologías, diferentes razas, diferentes religiones, asesinos, delincuentes, desesperados, la mayoría con los bolsillos vacíos. Juntos entonan el himno Todo en la vida vale si produce progreso.
El western tiene, desde el principio, unas peculiaridades llenas de personalidad: el barro, la suciedad, los integristas religiosos vagando enloquecidos por las praderas y las putas. Las putas de este western no son chicas felices esperando al cliente en el saloon. La prostitución no está edulcorada, aquí hay chulos y las putas se desangran y mueren del “mal de la puta”. Nuestro prota no va de putas, es un gentleman. Un hombre que apoya a mujeres adelantadas a su tiempo: periodista, topógrafa, predicadoras. El vestuario, el único vestuario del actor, hace milagros: chaleco de cuero, pantalones vaqueros ceñidos, cadena del reloj, el sombrero, la pipa de fumar, y un abrigo para las grandes ocasiones. También ayuda las incipientes canas en su melena castaña oscura, la barba, pero si hay algo que te rompe el alma es su mirada, esos ojos verdes tan bien iluminados y su sonrisa. En esta serie no añoras no haberla dirigido o escrito, quieres iluminarla.
«Mrs Bohannon»… Me encanta cuando le llaman así. Bueno, me encantaría llamarle así, con un poco de sorna, para que el subtexto dejara claro mis intenciones. “Mr Bohannon a ver cuándo tiene un momentito y resolvemos ese pequeño problemilla que veo que tiene usted, bueno, al menos con las putas”, eso le arrancaría una carcajada y ya saben alguien que se ríe así de una de tus gracias te pertenece. Sí, yo soy muy osada y le miraría retándole: mire, Mr Bohannon, ya sé que quiso usted mucho a su mujer pero bueno la vida sigue o tenga huevos y suicidase. No lo podría evitar de nuevo soltaría una carcajada y estaría perdido. Alguien que se ríe como él, es alguien que puede ser arrebatado, y alguien que puede ser arrebatado puede ser feliz.
Yo le aclararía dos cosas desde el principio. Primero: no soy una puta, soy una pionera. Y recuerde, usted admira a las pioneras. Los hombres siempre confunden estos dos términos y estoy harta de perder el tiempo. La otra: sí tengo pasado, pero usted, Mr Bohannon, acaba de matar a varios hombres para vengar a su mujer. ¿Alguna pega?
Todo era perfecto, hasta que mire en google fotos de Anson Mount. Anson vestía mucho peor que Mr Bohannon y no lleva barba. Sin barba, su rostro pierde el equilibrio y la proporcionalidad. El otro día la prensa relataba la historia de una niña que lloraba desesperada cuando vio a su padre sin barba. La comprendí perfectamente, a veces esa visión es completamente traumática. Yo tuve un perro, peludo y con pedigrí, un pura raza. Llego el verano y lo lleve a pelar y no le volví a reconocer. Recuerdo que estuve varios días mirándole fijamente, frente a frente. ¿Quién eres? Le regalé, no pude soportarlo. El amor contiene una comedia y una tragedia. Solo hay que optar. Espero que Boby, su nombre era Boby, haya encontrado su comedia.
Volví a la realidad y estuve un par de días bastante triste, seguía viendo la serie, seguía queriendo iluminar la película. Los andares de Mr Bohannon me seguían resultando muy sugerentes, pero era una historia de amor imposible, tenía que admitirlo. De pronto vislumbre una esperanza. Recordé Arrebato, de Zulueta, y La rosa purpura del Cairo, de Allen, y pensé: ¿cómo se colaron en las películas? Sí, está claro, la pantalla es una ventana que te comunicaba con otra realidad. Sí, me veía haciendo retratos de Mr Bohanon y la construcción del ferrocarril. Imaginé una identidad de dibujante que trabajaba para la prensa. Me veía llevando el pelo recogido, la blusa abotonada hasta el cuello y la falda me taparía los tobillos, pero me bañaría desnuda con Mr Bohannon en cualquier charca a la luz de la luna. Me levanté y busqué en las estanterías las dos películas. Mía Farrow y Eusebio Poncela me ayudarían a llegar al otro lado.