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Mientras tantoLa Movida no se llamaba la Movida

La Movida no se llamaba la Movida


 

A Fernando F-A, que lo vivió como yo

A Alberto G-Á, superviviente

 

 

La Movida no se llamaba la Movida. Los que la vivíamos llamábamos a eso que estaba ocurriendo en Madrid la nueva ola madrileña, así, tal cual, la nueva ola, lo de Movida fue el título que dio Paco Martín al librito que escribió sobre ello, el único entonces con Musika moderna de El Zurdo, que me robaron, dedicado y todo, una tarde en un bar y no he vuelto a ver desde entonces.

 

Madrid en el año 80 era una ciudad oscura, cutre, provinciana pero en efervescencia (Madrid en technicolor), donde las cañas valían quince pesetas y aún no se habían renovado las fachadas ni afluido todo el dinero que llegó a partir del 85, cuando la nueva ola ya se estaba acabando y, por eso, se la empezaba a llamar la Movida y ser objeto de tesis de estudiantes finlandesas y libros de diplomáticos franceses flipados de lo que habían tenido la suerte de vivir.

 

No era en absoluto un fenómeno de masas, no dominaba el escenario madrileño, no aunaba tribus urbanas. La nueva ola era en realidad una fiesta privada y minoritaria de unos cuantos niños de burguesía acomodada madrileña del Liceo y el Estudio con ansias de ser modernos como reacción al progresismo antifranquista de sus hermanos mayores y dinero para irse a Londres a ver qué estaba pasando (y estaban pasando muchas cosas, los Pistols, los Clash y los Jam, Siouxsie, algo más tarde Adam Ant, los Spandau, The Cure…)  y estar al día.

 

Los protagonistas fueron un puñado de músicos, pintores, fotógrafos, gente de la moda, galeristas, periodistas… con unas ganas tremendas de hacer cosas: Alaska, la gran musa, los Pegamoides, Zombies, el hoy casi olvidado El Zurdo, los Glutamato ye-ye, las Costus, la pareja de pintores gaditanos cuya casa en la calle de la Palma se volvió centro de reunión, Pérez Villalta, Sigfrido Martín Begué, Ceesepe, Alberto García-Álix,  Pablo Pérez Mínguez, Ouka Lele, Enrique P., Manuel Piña, Fernando Vijande, Eduardo y Eugenio Haro, Paloma Chamorro, responsable de los programas más modernos que ha habido nunca en la televisión española,  Imágenes y La edad de oro…  Y por supuesto Almodóvar e Iván Zulueta, los dos directores que han dejado las mejores muestras cinematográficas de qué y cómo fue todo aquello, Laberinto de pasiones y esa gran película de culto que es Arrebato.

 

Es cierto que otros cuantos, tampoco demasiados, iban a los conciertos y a los bares. Rockola estaba siempre llenos, atiborrado a veces, pero es que Rockola era muy pequeño, y cutre además, y oscuro, y en un sitio raro, y los que íbamos éramos más o menos los mismos,  unos cientos si acaso. Así que con todo, unos y otros, protagonistas y espectadores, la Nueva Ola no pasó de fenómeno de minorías.

 

Los demás estaban unos oyendo a Obús y a Barón Rojo, otros a Sabina y Krahe y otros a los Pecos y Pedro Marín o hasta a bandas catalanas o andaluzas como la Dharma o Triana. Éramos distintos públicos por completo, tribus estancas, y quien oía a la Dharma no oía  Nacha Pop y quien iba a conciertos de Paraíso no iba desde luego a los de Sabina, y sólo a Radio Futura la metieron, me acuerdo, un verano en una gira con Pecos, Pedro Marín y Pedro Mari Sánchez…, fíjense ustedes las cosas de la vida.

 

Característico del Madrid de esos años es el culto a la heroína. Eran, no hay que olvidarlo, tiempos de antes de que se oyera hablar del sida, que cogió a esa generación desprevenida. Droga, sexo, vida al límite y mala suerte terminaron por convertirla en generación maldita con una trágica lista de muertos por el camino: Canito, Eduardo Pegamoide, Enrique P., las Costus, uno de sida y por suicidio el otro, Fernando Vijande, Iván Zulueta -el director de Arrebato-, los hermanos Haro Ibars, Poch, Toti, Enrique Urquijo, Carlos Berlanga, Antonio Vega, Blanca Sánchez… Hasta la tienda de Sybilla en el callejón de Jorge Juan cerró hace dos años y se fue el fantástico cuadro de Santa Lucía de Martín Begué.

 

Con la Movida acabó entre otras cosas su propio éxito. En el 86, cuando se había convertido en todo un fenómeno sociológico del que se hablaba en toda Europa (hasta la presidenta de Islandia preguntó al Rey “Y dígame, ¿dónde está la movida?), ya estaba muerta. Se la cargaron tanta publicidad y tanto intento de rentabilización política, la extensión del fenómeno a provincias y, no nos engañemos, a los barrios,  la atención creciente de unos medios que no tenían ni idea de qué iba la cosa (¡Gabinete Caligari en los 40 principales!), el mismo acuñamiento de la espantosa palabra Movida, el arribismo de montones de enterados y aprovechados que nunca tuvieron nada que ver pero supieron ver el filón de subirse, tarde pero oportunamente, al carro…

 

¿Que quedó? No mucho. Las ganas de hacer cosas no significa que se supieran hacer, y la impresión que ha permanecido es de diletantismo y esterilidad creativa. Queda, eso sí, mucha nostalgia, más de quienes nunca lo vivieron que de los protagonistas del momento. Y Almodóvar, Cecilia Roth, Arrebato, un puñado de magníficas canciones (todavía ponen la carne de gallina el Para ti de Paraíso o Chica de ayer),  las fotos duras de García-Álix, ese gran testimonio de esos años y de su muertos, y algunas fotos preciosas de Ouka Lele, un par de buenos libros explicando el fenómeno… Que quien quiera haga su propia lista.

 

Yo les dejo, al menos, la mía de canciones:

 

-Para ti, de Paraíso, la gran canción del pop español (el Para ti, lo llamábamos);

-Chica de ayer, de quien todos ustedes saben;

-Groenlandia, Zombies;

-Cantante de opera, UA;

-Odio, Alaska y los Pegamoides;

-Miedo al terror, Nacha Pop;

-No quiero mirar otra vez atrás, Paraíso;

-Y al final (Carolina), Paraíso

-Todos los negritos tienen hambre y frío, Glutamato ye-ye;

-Formentera, Glutamato ye-ye;

-Autosuficiencia, Parálisis permanente;

-Héroes, Parálisis permanente;

-Rey del Glam, Dinarama;

-Madrid en technicolor, Flash Strato;

-Imágenes, Glamour.

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