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Mientras tantoPájaro solitario sobre el tejado

Pájaro solitario sobre el tejado

La soledad del creyente   el blog de Stuart Park

Soy como un búho de las soledades;
Velo, y soy
Como el pájaro solitario sobre el tejado.

 

Al plantearse un blog con el título ‘La soledad del creyente’ enseguida me vino a la mente este verso del Salmo 102 (el 101 en las versiones que siguen a la Vulgata).

La imagen del pájaro solitario sobre el tejado es familiar por su presencia en San Juan de la Cruz donde simboliza el alma contemplativa, pero el autor de este artículo no es ni místico ni contemplativo y, cuando vela, le suelen asomar más bien los «terrores de la noche» que afligían a Job, un hombre que conoció la soledad del creyente como ninguno.

El lamento que encabeza este primer artículo es atribuido a Cristo en el Nuevo Testamento (Hebreos 1:8-10), por lo que estamos hablando de la radical soledad del creyente por antonomasia, el que clamó desde la cruz: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (una cita, a su vez, de otro Salmo, el 22 en la Reina-Valera revisión de 1960 [RV60], la versión que emplearé).

La soledad forma parte integral de la experiencia del creyente, y en este blog trataremos de descifrar algunas de sus características. Comenzaré con otra figura destacada de las letras españolas, el gran humanista fray Luis de León, encarcelado por la Inquisición en Valladolid por traducir el Cantar de los Cantares al castellano (el libro que Juan de Yepes pidió que le leyeran en su lecho de muerte) y por considerar la versión hebrea del Antiguo Testamento superior a la Vulgata. Y por otro motivo, también: la envidia de sus correligionarios en Salamanca.

Fray Luis de León

Al ser absuelto en 1576 tras cuatro años en prisión, escribió estos conocidos versos:

Aquí la envidia y la mentira
me tuvieron encerrado.
Dichoso el humilde estado
del sabio que se retira
de aqueste mundo malvado,
y con pobre mesa y casa
en el campo deleitoso
con sólo Dios se compasa
y a solas su vida pasa,
ni envidiado ni envidioso.

La soledad de fray Luis —extraordinariamente fructífera como se vio, ya que allí escribió su monumental De los nombres de Cristo—, más que por las oscuras paredes de su celda vallisoletana fue ocasionada por las mentiras y la envidia de sus colegas en la Universidad en nombre de la ortodoxia religiosa.

El asunto da que pensar.

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