Lo que no (s) ocurre

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Lo que no ocurre acontece en los medios de comunicación. La realidad enlatada no siempre corresponde con el peso específico de la vida, sino con el ritmo de las agendas noticiosas (que no son las agendas de la vida).

 

Por eso Paraguay nunca aparecerá en las noticias… excepto que alguien le endilgue un hijo secreto a su presidente ex sacerdote, o que un cáncer devore pelo y esperanzas. No es normal que oigamos hablar de los desmanes del terrateniente y rey de la soja, Tranquilo Favero; ni de las miles de hectáreas acumuladas por la secta Moon (autodenominada Iglesia de la Unificación) a costa de la vida y tierras de los Ayoreo; ni de cómo miles de paraguayos hicieron recular a sus políticos esta semana a las puertas del Parlamento cuando éstos pensaban seguir construyendo el clientelismo a punta de leyes torcidas.

 

Pero eso ocurre. Ocurre y es importante porque cuando las alas de esas mariposas se activan algo ocurre en las vacas que se alimentan de soja en Europa o se resquebraja el sistema podrido que permite hacer negocios dudosos pero rentables a los súper empresarios españoles que están llegando hoy a Brasil con el rey Juan Carlos y el ministro de exteriores de ese país.

 

También ocurre la explotación en los monocultivos de Palma Africana que prosperan en Guatemala. En casi todos los productos alimenticios industriales que se comen en el Norte Global se encuentra la huella de la rentabilísima palma aceitera, pero no cuenta el empaque que para que ese aceite sea barato y ‘productivo’ son explotados en condiciones coloniales miles de indígenas de raíz maya. Leyendo una crónica al respecto no podía contener la rabia, el desconcierto, el dolor.

 

Lo que ocurre, sigue pasando al margen de las noticias de las primas de riesgo, de las cumbres internacionales y de las chorradas varias que sin explicación ni contexto se cantan en los informativos como quien recita los números de la lotería. Los números del azar no se hablan. Las historias que nos cuentan, tampoco. Harto de lo que no ocurre, seguiré conectado a lo que acontece. La vida se juega en otras trincheras.