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Mientras tantoLos desencuentros

Los desencuentros

El sexo de Lucía   el blog de Lucilob

 

“No sé por qué busca encontrarme si luego siempre me olvida”. Inicio así este post, estreno de año en blog también, porque le acabo de decir la frase a mi amigo Christian y el muy lerdo va y me dice que es muy buena pero que no es mía, que es de otro. Es buena porque es de otro, como si una fuese mujer florero, como si yo no tuviese un cerebro que me generase problemas, que anda que no me los genera coño. Que es la causa de que todos los hombres me digan que doy miedo, coño, que ni que yo fuera el coco. Pero volvamos a Christian. Me revuelvo en la silla y le grito por mensaje directo de Twitter (grito porque escribo en mayúsculas): ”CÓMO NO VA A SER MÍA SI SE ME ACABA DE OCURRIR AHORA, MIENTRAS PREPARO UNA ENTREVISTA CON VILA-MATAS”. Y añado muchas admiraciones, como para darle más vehemencia al tema. Que por cierto, leed más a Vila-Matas y no tanta mierda de Belén Esteban, hombre. Pues eso: que no sé por qué este chico, este que viene a querer sacarme de mi época de bicho bola, quiere encontrarme, conocerme, si luego siempre se acaba olvidando de las citas. Es como un oxímoron. Sí, ya veis que estoy de figura literaria, es lo que tiene estar leyendo Kassel no invita a la lógica. Que yo, como subtítulo pondría: ni Kassel ni los tíos en general, señor Vila-Matas.

 

Los desencuentros. Los desencuentros, eso que pudo ser y no fue, son siempre bonitos. Porque en un encuentro lo que vaya a pasar lo vas escribiendo al momento. Un desencuentro es la puerta abierta a la imaginación, a que te pongas a ensoñar (yo soy mucho de ensoñarme siempre, que un día me voy a comer una farola) sobre de qué podríais haber hablado, si te habrías reído tanto como en aquella primera cita, si luego habría habido un beso, o no, qué me habría puesto, cómo me habría quitado la blusa, ese beso suave que me habría dado en mi hombro desnudo, su cuerpo y el mío en la cama… O no, quizás esa despedida esperando un próximo encuentro, esa sonrisa pícara del que querría algo más pero prefiere dejarlo macerar para que luego sepa mejor…

 

Vivimos tiempos de desencuentros. Lo pensaba esta mañana. Me han dejado ya unas cuantas veces como a Penélope, pero sin el bolso de ese color, que ya no recuerdo cuál era pero me suena que era de terciopelo. Que a mí, dicho sea de paso, no me gusta. Lo de que te dejen como a Penélope te viene muy bien por si se te había subido algo el ego. Es una cura de humildad, como un viaje a la India, aunque un viaje a la India es mucho más bonito y otra puerta abierta a la imaginación también. Estos tiempos revueltos son muy de desencuentros y las herramientas a nuestro alcance hacen que éstos sean más fáciles. Vamos, lo que hubiera podido escribir Serrat si hubiese tenido Tinder. No te digo más: Penélopes, pero también Carmenes, Marías, Lucías… Uff, anda que no da. Aunque dudo mucho de que le hubiera visto nada de magia o elegancia a la cosa. De hecho, si Serrat se hubiese inspirado en Tinder para escribir las letras de sus canciones simplemente no hubiera sido Serrat sino, por ejemplo, Bisbal. Es una pena, porque se están perdiendo estas buenas cosas de la vida: la magia, el juego, la elegancia… Se nos han ido por el retrete, y sin todas estas cosas el sexo es peor. Y ojo, existen, que yo sé bien que la magia existe pero joder, anda que no cuesta encontrarla.

 

El desencuentro da mucho juego como figura literaria sí. Pero ya avanzo que al próximo que me dé plantón le mando a la mafia lusa a su casa (o sea, a mi ex y sus amigos) a que le rompan las piernas con un bacalao seco (esta escena es un homenaje a mi amiga Pris).

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