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Pájaros y melancolía. La huella bíblica en la poesía de José Jiménez Lozano

Fotos: Stuart Park

Introducción

Tuve la fortuna de conocer a José Jiménez Lozano hace unos treinta años gracias a los buenos oficios de un amigo común, el librero Manuel Cambronero. Don José había encontrado en su librería de Valladolid un libro mío sobre la figura de Job titulado Desde el torbellino: “Pepe ha leído tu libro y le gustaría saludarte”. Así fue cómo descubrimos un interés compartido, las historias bíblicas y los pájaros, que dio lugar a una amistad tristemente truncada por su fallecimiento hace ya más de tres años.

Además de un consumado prosista José Jiménez Lozano fue un gran poeta, único en las letras españolas tanto por su estilo como por su temática, imposible de encasillar, marginado por sectores de la crítica, como él mismo reconoció, aunque leído con devoción por quienes hayan entendido su visión del mundo.

Entre la variada temática que ha inspirado su poesía ocupan un lugar central alusiones a las historias bíblicas, una presencia poco frecuente en las letras españolas y poco valorada incluso hoy, como él mismo lamentó en El viaje a Oxford que nunca tuvo lugar:

“Lo que enseguida echamos de ver es que no hay ni numerosas ni profundas recreaciones literarias y artísticas de las historias bíblicas, y que en su inmensa mayor parte, cuando se dan, se nos ofrecen o bien como ilustraciones de un tema religioso o son vistas como mitología… (…) No hay, por cierto, en nuestras letras quien recree una escena bíblica con alguna entidad… no hay una revivencia bíblica… (…) Pero mayor ausencia es, desde luego, la de la Biblia en el imaginario y la existencialidad de los propios escritores y de la literatura producida, lo que, desde luego, ha costado a la literatura española la condición de profundidad y de universalidad. La tensión existencial de las historias bíblicas y su soberbio lenguaje, el encanto o la grandeza a veces trágica de sus personajes no han significado nada en nuestro ámbito literario, y, que no hay aquí un Paraíso perdido, ni una obra tan radicalmente cómplice en el modo y en la palabra misma como la de Shakespeare con la Biblia del Rey Jaime, una obra como la de Racine o, por poner un ejemplo moderno, como el aludido José y sus hermanos de Thomas Mann. (…) Y, si de un biblismo temático pasamos a un biblismo como concepción del narrar, lo que hay que decir es que nada hay más alejado de nosotros. (…) Y hay que añadir que en el período barroco… el a-biblismo se convierte prácticamente en miedo a la Biblia y este miedo se dobla luego al brotar en el país el luteranismo”.

Estas reflexiones desvelan una de las claves de la obra literaria de José Jiménez Lozano, lo que hace más lacerante aún su propia confesión:

“Lo que yo pienso es que esa presencia bíblica en mi escritura es de las cosas que más me han perjudicado como escritor, porque de este modo me he marginado o he sido marginado por mi temática y mi lenguaje y ciertos prejuicios ideológicos muy hispánicos”.

La impronta bíblica en los versos de Jiménez Lozano se refleja en su estilo escueto, una característica esencial de los narradores y poetas de la Biblia. Si la narrativa bíblica es altamente poética, la poesía bíblica es predominantemente narrativa y, por ello, al lector no le sorprenderá que los versos de Jiménez Lozano se puedan leer perfectamente como prosa, ya que su fuerza reside no en rimas u otros adornos retóricos, sino en sus ritmos y en sus ideas. La finalidad del arte literario es “levantar vida”, según Jiménez Lozano, y ningún libro logra este fin como la Biblia. En su poesía don José nos invita a releer las historias bíblicas desde las esperanzas y sueños, decepciones y amargores que forman parte de nuestro paso por el mundo; es decir, releerlas desde nuestra rutinaria cotidianidad.

Un espíritu profundamente ecuménico inspira la obra de José Jiménez Lozano, y testimonio de ello son su luminosa Meditación española sobre la libertad religiosa y su estudio pionero Los cementerios civiles y la heterodoxia española. Resulta difícil albergar un ánimo sectario cuando se contempla la libertad de los pájaros que él tanto amaba, y allí están sus referencias a Lutero, Kierkegaard, Bonhoeffer y Karl Barth junto con Agustín, Teresa, Juan de Yepes, fray Luis y Blaise Pascal.

La visión de don José es apacible, jocosa, a veces, contundente otras, con una lectura originalísima de los textos bíblicos que invita a la reflexión. Jiménez Lozano no predica al estilo de los poetas metafísicos ingleses como Donne o Herbert; mira de soslayo las historias bíblicas y escribe al trasluz de ellas, con gracia y compasión.

Los poemas seleccionados aquí, que no representan la totalidad de los referidos a temas bíblicos, se centran en alusiones o referencias oblicuas que pueden escapársele al lector no muy familiarizado con la Biblia. Este hecho permite al poeta guardar en la intimidad (en sus adentros, como decía con frecuencia) su propia vividura espiritual.

El título de este libro viene de un hermoso collage titulado ‘Pájaros y melancolía’, uno de los varios creados por don José, en el que figuran a la izquierda pájaros alusivos al cuento infantil ‘Mi madre, la oca’, y una imagen del melancólico filósofo y teólogo danés Søren Kierkegaard al lado de una silla vacía, con una ventana abierta al jardín por la que pasa un petirrojo volando. Las aves representan para Jiménez Lozano la presencia en nuestro mundo de pequeñas criaturas que, diseñadas para volar en libertad, caen presa de la enfermedad, o el accidente, o son víctimas de la mano de la “depredadora raza humana”, y que cumplen su vocación con entrega absoluta sin equivocaciones ni titubeos.

Pájaros y melancolía; y alegría, también: claves del universo conceptual de don José, nostalgia por la efímera belleza de un mundo que pronto pasará, y amor por la vida que se escurre entre nuestros dedos y que no se puede retener. Nuestro propósito ha sido rendir homenaje a un gran poeta, único en las letras españolas, al reconocer la huella bíblica en su obra que de alguna forma contribuye a compensar aquella ausencia que tanto lamentó.

 

Nota:

Los textos bíblicos citados por el autor están tomados de la versión de Reina-Valera, revisión de 1960.

 

La sombra de un libro

Enciende la candela, y mira
cuán extensa es la sombra
de este pequeño libro.
La llama te revela
lo que no está ahí escrito,
la parte del silencio.
Este adentro
sólo lo muestran las candelas.

Termino este breve homenaje con las palabras que dediqué a ‘La sombra de un libro’ en Las hijas del canto, mi primera aproximación a la poesía de pájaros de don José (Ediciones Camino Viejo, 2009). Se trata de ocho versos que ilustran a la perfección el arte de su poesía, y la fuente de su inspiración:

Hay un adentro aquí que requiere tranquilidad y silencio, la luz tenue de una pausada reflexión. El poeta no revelará su secreto a quien pase por ahí precipitadamente, sin detectar en el interior del seto la presencia de un petirrojo o de un pinzón, sin reparar en el pequeño gorrión que picotea en la terraza de una calle céntrica de la ciudad, o sin elevar la vista para otear el cielo azul. El lector que se detiene para leer entre sus líneas, en cambio, verá todo un mundo, y recibirá su luz.

En efecto, la poesía de Jiménez Lozano invita a leer entre líneas, y la llama que revela lo que no está escrito, la parte del silencio, el adentro que solo muestran las candelas, se nutre de una luz suave como la luz de la aurora que va en aumento hasta que el día es perfecto, potente como el faro que advierte a los navegantes del peligro, o esplendente como los rayos del sol que iluminan el mundo natural.

El poeta ama el mundo natural, y la melancolía que envuelve sus versos surge de la nostalgia que provoca su pérdida paulatina, el deseo de retener una belleza efímera, como advertía su maestro Qohélet. Los pájaros simbolizan para Jiménez Lozano la profunda paradoja de nuestra vida en el mundo: diseñados para volar en libertad están sujetos a las fuerzas brutas de la Naturaleza y caen víctima de la depredadora mano del hombre.

Hemos procurado leer los versos de don José al trasluz de las referencias bíblicas que los inspiran para traer a la memoria historias bíblicas tal vez olvidadas o incluso desconocidas. Jiménez Lozano no predica ni moraliza al estilo de los poetas metafísicos ingleses, como Herbert o Donne, y se acerca a los textos bíblicos con ironía y humor. La veta humorística provoca una nueva mirada, una relectura desde una óptica originalísima, característica inconfundible de la poética de don José. Estas remisiones permiten cumplir la visión de William Blake, de “ver el mundo en un grano de arena y el cielo en una flor, de sostener la infinidad en la palma de la mano y la eternidad en una hora”.

La poesía de Jiménez Lozano ha legado una obra única que aúna pájaros y melancolía con ironía y humor, con su esperanza puesta en la inmutable Palabra de Dios.

Estos fragmentos pertenecen al libro del mismo título publicado por la Fundación Jorge Guillén en colaboración con Warwick House, Centro Lingüístico-Cultural.

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