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Mientras tantoPornodemocracia

Pornodemocracia


 

Llevo días con una molestia a la altura del esternón. No sé si se trata de unos gases buscando salida por donde no es o de las náuseas que me provocan los desnudos integrales electorales que hacen los pueblos autodenominados como democráticos.

 

Llevo días pensando que la culpa, la responsabilidad, no es de los políticos maniqueos ni de sus aparatos de (des) comunicación, ni del sistema que nos plasta o de la formación sumisa que nos inculca. Llevo días asqueado de la gente porque son millones los que avalan el sinsentido, son millones los que, de forma impune, votan a favor de la guerra en la que morimos todos un poquito, a favor de los corruptos que nos esquilman, a favor de los profesionales de la exclusión.

 

El vómito electoral no tiene fronteras. Esta madrugada, pegado a los medios de información más diversos, vi en directo la película porno en la que paticipó un 40% de los votantes de Colombia. De ellos, casi 6 millones de electores le dieron su confianza a dos opciones guerreristas, elitistas, deleznables (las del muñeco de Uribe –Óscar Iván Zuluaga- y de la rancia y enlacada Marta Lucía Ramírez). A otro lado tampoco había mucho dónde elegir. Quizá por eso, un 60% de los votantes decidió disfrutar del domingo como si no pasara nada y un 6% aportaron el toque ingenuo al votar en blanco como acto de disenso político. Da igual, los candidatos no reciben mensajes. Es mentira eso de que las urnas hablan y ellos escuchan. En Colombia, un país desangrado hasta donde no hay sangre por una guerra (de clases, de territorios, de plata, de transnacionales…) interminable, la mitad de los electores quiere más guerra. Qué decir que no duela…

 

Más allá, en Europa, todo huele mal. Es cierto que el tufo debe tener que ver con la podredumbre de los viejos imperios y del voto errático y vergonzante de esos ciudadanos que se han beneficiado de la explotación del resto del planeta y ahora, dispuestos a demostrar que no hay lecciones históricas, siguen dando la victoria en las urnas a sus verdugos (el grupo popular europeo) o a los ultras de programa político escatológico.

 

La pornodemocracia es así… se vota frente a las pantallas de televisión y se confirma que donde haya una buena manipulación que se aparte la necesaria política. Me salvo la noche y la madrugada la hermosa y compleja carta del Subcomandante Marcos desde La Realidad. Esa misiva en la que declara su desaparición no forzada, el fin del ícono que fue necesario, la confirmación de que para “revelarse y luchar no son necesarios ni líderes ni caudillos, ni mesías ni salvadores; para luchar sólo se necesita un poco de vergüenza, un tanto de dignidad y mucha organización, lo demás o sirve al colectivo o no sirve”. A ver si no son votos lo que necesita la rebeldía… a ver si lo que precisa es de gente digna en lugar de votantes anónimos, aislados e ignorantes… Vergüenza, dignidad y organización… Marcos nos pide mucho a los que, como cabestros, acudimos cada mañana a nuestro propio funeral. 

 

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