Proyecto Gloria: más que un techo para los sintecho

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Gloria dejó su trabajo como azafata de Iberia para ayudar a personas en riesgo de exclusión. Desde entonces, 160 personas sin hogar han pasado por su casa, donde les ayuda a salir de la ruleta rusa de la pobreza, a formarse y a tener un empleo que les devuelva las riendas de sus vidas. No es caridad: ellos son su familia.

 
Puesto de muebles de Gloria en el Mercado de Torrijos de Madrid/ M.H.

 

Mónica Hernández @missmonicatve-. Ya es oficial: Gloria, que hasta ahora estaba de prestado, es una alquilada más en el Mercado de Torrijos, al lado de la calle Goya en Madrid. Su puesto, un mercadillo de muebles usados que ella misma y “sus chicos” recogen y restauran, recibe cada día más visitas. Y es que, a pesar de la elevada cantidad que paga al mes, en torno a mil euros, le compensa y lo necesita para vivir. Gloria y los diez hombres que tiene alojados en su casa viven de esto, de los dos mercadillos. El de Torrijos, y el de la calle Batalla del Salado, también en Madrid. “Con la crisis cada vez más gente se va del país y nos llaman para que vayamos a su casa a recoger los muebles ya que muchas veces no consiguen venderlos y no saben qué hacer con ellos. También nos salen mudanzas por toda España, pintamos pisos… Hacemos muy buenos precios y así vamos tirando. Con esto pagamos los alquileres de los dos mercadillos y el del piso, donde ahora somos once. Con esto y con mi pensión, claro”, detalla la mujer.
 
Gloria tiene 61 años. En su día fue azafata de Iberia, ahora está prejubilada. Dejó su profesión para ayudar a hijos de mujeres prostituídas, con cáncer o con síndrome de down. Después montó una Asociación, Proyecto Gloria, y empezó a acoger en su propia casa a hombres que veía en la calle sin recursos, sin cariño, sin destino… Hombres que habían dejado de creer en la vida y se habían metido en las drogas. Hombres que con ella encontraron un hogar. En los últimos trece años ha convivido con 160. Ahora mismo tiene alojados a diez.
  
“Este último año he acogido a dos nuevos. Uno tiene 34 años, es de Las Palmas y se vino a Madrid porque andaba con las drogas y casas de acogida. Lleva con nosotros poco tiempo pero ya es el encargado de conducir la furgoneta. El otro tiene familia, pero como si no. También ha estado en varios centros de acogida y sabe lo que son las drogas”, explica la mujer. La mirada franca de Gloria no deja lugar a dudas sobre su bondad. “¿Por qué sólo hombres? Porque es de lo que está plagada la calle, tú fíjate. No les tengo ningún miedo. Son mi familia y les quiero y trato como tal. Este año hemos ido hasta de boda. Se me ha casado uno de ellos, Antonio, de 23 años al que acogí con 16, y yo he sido la madrina. Ahora va a ser papá. Estamos todos muy ilusionados”.
 
Video realizado por los beneficiarios del proyecto para una cena de Navidad
 
Todos cuentan con una cama en habitación compartida en el piso de Gloria por el que pagan 1.500 € de alquiler. También les ayuda si están enfermos, incluso Gloria cuenta con una red de voluntarios que la ayudan en las tareas de enfermería o de venta en los mercadillos. “Pi, uno de los chicos, ha estado años con diálisis. Ahora ya por fin le han trasplantado el riñón. Junto a la boda de Antonio ha sido la noticia del año”.
 
Las tareas las reparten entre todos: la cocina, la limpieza… “La convivencia no es fácil -cuenta Fede, uno de los chicos-. Aquí venimos todos de la calle. Venimos hartos de la dureza de la vida, de la hostilidad del mundo. Yo llegué aquí con 54 kilos. Según me vio, me metió en la ducha y cuando salí me había tirado la ropa a la basura. Aún lo recuerdo. Lo que más me costó fue dejarme dar besos y abrazos. Ella es muy cariñosa y yo al principio lo rechazaba. No estaba acostumbrado. Cuando entras por esa puerta y te dan limpieza y cariño, te extraña, pero con el paso del tiempo ves que es porque sí y ese amor te transforma. Los que vamos saliendo del hoyo vamos tirando de los que van entrando. Se ha creado un estado de ánimo colectivo y no nos dejamos caer unos a otros”.
  
A la hora de la cena, todos se reúnen en la mesa/ M. H.

 

Venimos del amor y somos puro amor. Y lo que no sea dar y recibir amor es antinatural. Esta es la actitud con la que Gloria trata a estos hombres hechos y derechos que han tocado fondo. “Lo que les ofrezco es un sitio donde dormir y, sobre todo, cariño. A alguno le he tenido que escolarizar. Les suelo apuntar a todos los cursos que salen, de Internet, de idiomas… Me encargo de que salgan adelante. ¿Por qué lo hago? Probablemente suena tópico pero lo hago por amor. Soy creyente y sé que me voy a ir al cielo con las maletas llenas y estoy muy orgullosa de presentarme así ante Dios», confiesa Gloria
 
Ellos la respetan, la cuidan y la quieren. Nadie mejor que ellos sabe lo que es que alguien te valore como persona y te dé una oportunidad. “Ella ha conseguido que muchos de nosotros salgamos de las drogas, nos ha reinsertado con nuestras propias familias, hemos aprendido a leer. A algunos nos habían traído a morir a su casa, para no hacerlo en la calle, y ahora estamos aquí contándolo”, concluyen todos. 
 
Una gran familia
  
Para Gloria, lo mejor de esta experiencia es que ha logrado convertir la ONG en una familia. Al final la familia son aquellos que nos quieren y que luchan para que seamos personas. Las mejores personas. Así que ellos nunca se separan. Juntos van de vacaciones, juntos trabajan y juntos viven. Juntos afrontan el día a día, pero nadie dijo que fuera fácil.
  
«Lo peor es que a veces crees que alguien es de una manera y con el tiempo ves que es de otra diferente y te decepciona, pero también viceversa, la mayoría de las veces. Llevo mal cuando lucho por ellos, les levanto, se marchan de casa incluso a un trabajo buscado por mí y se van a la francesa, como si no me conocieran. A veces, si no estoy detrás, fallan. Y claro, luego me llaman de los trabajos y eso ya son puertas que se cierran. Yo me hago respetar. Ellos traen un deterioro brutal en afectividad. Cuando lleno ese hueco, entonces me empiezan a considerar su madre, su amiga, su apoyo… ¿Insultarme? De 160 sólo 3. La experiencia es, sobre todo, positiva. Ahora estoy muy bien parapetada porque ‘mis hombres fuertes’, con los que vivo, conocen bien a los que entran nuevos y me avisan. Aademás, soy muy confiada. No tengo criterios para elegir a unos o a otros, tan sólo en función de su necesidad y su enfermedad. A todo el mundo le doy una oportunidad. Si luego no responden, me habré equivocado pero nunca he rechazado a nadie”, detalla la mujer.
 
Para esta labor Gloria no cuenta con ninguna subvención ni ayuda de ningún tipo, pero las colaboraciones son bienvenidas: “Si alguien nos dejara algún local para poner otro mercadillo estaría muy bien porque podríamos ayudar a más gente. O también encontrar una casa grande con un alquiler barato. Nadie me da nada pero eso no me hace desistir. Mis chicos a veces tampoco entienden que les pueda querer y no por eso voy a cerrar mi corazón”.
   
Gloria relata sus vivencias en el libro ‘Mi vida con ellos’/ M. H.