
Querido Moncho,
me hablas del desasosiego que empieza a producir la peregrinación de patrimonios. Son 220 mil millones de euros, en el primer semestre de 2012. Entiendo tu indignación con los forajidos fiscales, aunque tengo la sospecha que el río del desasosiego se alimenta de otras afluentes, además de esas relacionadas con el egoísmo. Me viene una duda: ¿cuál es la cifra que produce más desasosiego?
Lo pregunto porque una crisis económica es como un sudoku de números que duelen y no se acaban de acomodar. Un desfile de estadísticas que son muertos vivientes, si se les mira bien.
Empiezo por lo obvio. No hay indicador español que afuera llame la atención tanto como el desempleo. La tasa de paro de 25% es cuatro o cinco veces mayor que la mexicana. Nos impresiona porque, de este lado del Atlántico, las grandes crisis que hemos vivido no se tradujeron en desempleo masivo. Estamos acostumbrados a que una depresión económica produzca empleo de baja calidad, derrumbe los sueldos y haga florecer la economía informal (que aquí genera 60% del total del empleo). Nos cuesta mucho imaginar un paisaje donde la mitad de los jóvenes no tiene empleo.
No quiero abundar en algo que seguramente tú conoces mejor que yo. Te confieso que me obsesiona la forma en que la realidad económica se cuela a todo lo demás. Los años de gran crecimiento producen su estética, su ética y hasta sus enfermedades. Algo similar ocurre con los años de vacas flacas. Los años malos nos vuelven ciegos. Los años ciegos nos vuelve malos, podemos decir, citando mal a Rafael Sánchez Ferlosio. Detrás de las cifras del desempleo, está el Aleph de los dramas de la vida cotidiana: crece la violencia intrafamiliar, suben los divorcios, baja la tasa de natalidad (indicador irrefutable de actividad sexual). Desde el 2009, hay un incremento de las depresiones y de la tasa de suicidios.
Conozco España relativamente bien y tengo contacto frecuente con españoles y con la información que viene de España. Por ello me sorprende lo poco que sirven las cifras del PIB para entender la profundidad de la crisis que vive España. Tomo los últimos tres registros. Cayó 3,7% en 2009; 0,3% en 2010 y creció 0.7% en 2011…El año pasado CRECIÓ. Hasta el PIB per capita se incrementó en 2011, pasó de 22,800 euros hasta 23,100 euros.
Cuando oigo que para España el reto es volver a la senda del crecimiento, no puedo oponerme a una verdad llena de tan buenas intenciones, pero me surge una duda: ¿Qué pasará si España vuelve a crecer, como en 2011, sin crear empleo?
El crecimiento del PIB es altamente positivo cuando viene acompañado de generación de empleos y produce una derrama económica significativa. No siempre ocurre así. Hay veces que el PIB habita en una realidad paralela. En ese universo crece y florece, pero no produce el tipo de buenas noticias que aterrizan en la gente común y corriente. Hay que desconfiar de ese tipo de crecimiento del PIB como fue el de 2011 de España. Cuando el PIB viene solo, es como si fuera un borracho impertinente durmiendo afuera de la cantina.
L. M. G.