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Mientras tantoDe la calle al teatro

De la calle al teatro


 
 
Rocío Ovalle-. ¿Se puede desahuciar a quienes ya han sido desahuciados de la sociedad? Es la cuestión con la que la obra teatral Magia Café confronta al espectador. Los protagonistas de la historia son actores de su propia vida, personas en riesgo de exclusión a quienes por primera vez en mucho tiempo alguien les de una responsabilidad. Y también voz.
 
Se abre el telón:
Tenemos una cita con el mandatario– comunica Magia a los compañeros con quienes comparte un proyecto vital, un café en donde se reúnen personas que viven en los márgenes de la sociedad.
¿Eso quiere decir que no nos van a desahuciar?
No voy a consentir que nos echen de aquí.
  
En la dramaturgia de la obra se observa reflejado Julián Asensio, 49 años, hoy en la calle, dice, por su “mala cabeza y por inmadurez”. Un albergue ejerce cada noche de techo pero no le gusta, hay normas muy estrictas y no puede llegar ni un minuto tarde si no quiere quedarse fuera. Es un techo, pero no es su sitio. En la obra él es Pajarito. “Me quieren quitar los dientes que me quedan, como paga la ONG… pero yo digo que no, ¡estos tres dientes son míos!”, le replica a otro actor. Al bajar del escenario, con su cuerpo menudo, gestos serenos y una sonrisa casi permanente rememora algunos pasajes de su vida, pero desdramatiza. “Necesitaba cambiar de aires, de sitios, de amistades, y ahora son mucho más sanos que los que tenía antes. Ahora tengo buenos amigos y compañeros”, comenta.
 
 
Ayudar a ayudar
 
Hace ocho meses, Julián sugirió al personal de un centro de Cruz Roja que buscasen alguna actividad de teatro porque las que le proponían (talleres de psicología, arteterapia, gimnasia…) se le quedaban cortas. Contactaron con Caídos del Cielo, una ONG que desde hace cinco años se dedica a ayudar a personas en riesgo de exclusión a través del teatro. Julián participó en varios talleres organizados por esta asociación antes de ser parte del elenco de Magia Café, escrita y dirigida por Paloma Pedrero. “El teatro ayuda a transformar el dolor en belleza, es un arma terapéutica para ayudarse a uno mismo y a los demás, porque también están dando algo bonito al público”, explica la dramaturga.
 

Paloma Pedrero dirige a actores y actrices profesionales y no profesionales durante los ensayos de ‘Magia Café’
 
Con el paso del tiempo, Paloma ha ido comprobando la importancia que tiene el teatro para que las personas con poca autoestima recuperen su integridad: “La gente que viene aquí son personas que tienen la fuerza para decir ´yo hoy me levanto para ir al taller’. Tienen recaídas, pero se sienten arropados, queridos y necesarios”. Para ella, una de las claves del éxito de este proceso es la exigencia: “Tenemos un nivel de exigencia muy grande, esperamos mucho de ellos y eso es algo que saben, algo que no les pasa normalmente. Si les exigimos ellos pueden responsabilizarse. Si no se saben su papel pasa algo y si falta uno se rompe todo”.
  
Son hombres y mujeres que ven cómo cambia su vida porque cambia algo dentro de ellos. “Aquí les ayudamos a salir del pozo y mejoran anímicamente pero también a nivel de vida, con la ayuda de otras organizaciones consiguen trabajo como fontaneros o electricistas, una casa, y acaban dejando el teatro porque tienen una estabilidad y son capaces de vivir sin el grupo”, reflexiona Paloma.
  
 
Salir de los márgenes
 
No son sólo personas sin hogar. También hay otros colectivos a quienes la sociedad deja de lado y que en el teatro encuentran el espacio para ser ellos mismos: personas con discapacidad o mayores, como Pilar y Antonio, una admirable pareja a quienes sus compañeros llaman cariñosamente “los abuelos de la obra”.
  
Carolina Nevado, 30 años, conoció el proyecto a través de una compañera que tenía VIH y cada semana está deseando llegar al ensayo para encontrarse con sus compañeros. “Hay gente que está pasando por la situación que se trata en la obra y se les da la oportunidad de hacer algo diferente con ello. Aquí venimos a olvidarnos de todo y a ayudar, y también mola ver trabajando con nosotros a profesionales como Paloma o como él”, afirma esta joven señalando a Germán Torres, 44 años, actor barcelonés afincado en Madrid donde ha recibido, entre otros, el Premio de la Unión de Actores.
 
En en esta obra Germán encarna el necesario papel de antagonista, el mandatario que quiere desahuciar el café donde cada día se juntan personas de la calle. Él representa el poder tiránico, el vengativo, el que no deja si quiera que se eleve la voz. A él se enfrenta en el escenario la actriz Esperanza Pedreño en el papel de Magia:
 
La gente rota necesita el café, necesitamos la compañía. Usted sabe que muchos de quienes vienen aquí son universitarios, gente que ha trabajado toda su vida. Hoy ya no está clara la frontera entre lo normal y lo que no lo es. Yo sólo quiero que tengan una taza de café en un lugar bonito.
 

  
Julián encuentra su sitio

Germán realiza este trabajo de manera voluntaria por las personas que están en el proyecto: “Mi motivación es traer al escenario a personas que están fuera de la sociedad, marginadas a nuestro lado, y al conocerlas hay un enganche vital, por su pureza, porque nos apoyamos entre todos y cuando uno esta mal todos somos uno”. Julián asiente: “Todos somos indispensables. Lo importante es que haya armonía y buen rollo y tratar siempre de mejorar, aunque el resultado final sea bueno o malo”.
  
Con la voz baja, Julián confiesa cómo ha cambiado a través de este proyecto: “El teatro me ha animado a vivir más la vida, a mejorar tanto por dentro como por fuera, a hacer cosas nuevas. Hacía años que no hablaba con mi familia y esto me ayudó a contactar con ellos. Quería que me vieran activo, haciendo algo de lo que se pudieran sentir orgullosos. Les llamé y acerté: mi madre y mi hermano vinieron al estreno”. La vida le había despojado de todo, pero hoy Julián ha encontrado su sitio, un techo del que nadie le podrá desahuciar porque su casa es ahora él mismo.
  

Magia Café está en cartelera hasta el sábado 5 de abril de 2014 en la sala Cuarta Pared de Madrid.

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