Sin preocuparse por los ambientes, sin asumir convenciones del género y con más romanticismo en su intención y actitud real que en su traslación ficticia, Heinrich Böll escribe una muy buena no-novela negra. Y es tan buen escritor que no puede evitar que algunos personajes queden retratados.
Heinrich Böll contra todos
Es sabido que novela negra y periodismo van recorriendo el siglo XX de la mano. El trasvase de estrategias narrativas, cuyo centro de gravedad es el caso que hay que resolver, ha sido y es continuo entre ambos. De todo esto se ha dicho ya mucho; de manera brillante, por ejemplo, aquí mismo, en FronteraD, ha publicado recientemente Raúl López Cazorla un ameno, riguroso e interesantísiomo ensayo sobre este tema. Añadamos nosotros únicamente que, desde el punto de vista del género negro, ha sido más conveniente la relación que éste ha tenido con el periodismo que con el cine, pues a este gran devorador de géneros y relatos le ha dado muchísimo más de lo que ha recibido.
El honor perdido de Katharina Blum fue publicado en 1974, dos años después de que a su autor, Heinrich Böll, le fuera concedido el premio Nobel de Literatura. La novela sentó muy mal a los miembros del gremio periodístico, especialmente, claro, a los del diario Bild, que fue el que se dio por aludido cuando Böll se refiere en la novela a un genérico PERIÓDICO (así, con contundentes mayúsculas) mendaz, sensacionalista y manipulador. En la edición en español que yo tengo (dada la fecha, 1980, creo que ya puedo decir “conservo”), de la editorial Argos Vergara, aparecen en la portada, en blanco y negro, unas enormes rotativas a pleno rendimiento que degluten a toda velocidad y sin contemplaciones las noticias, y, como uno comprueba pronto en El honor perdido de Katharina Blum, con ellas, o en ellas, o mediante ellas, a las personas de carne y hueso.
Años después de publicar esta obra, Heinrich Böll la calificó de simple “panfleto con argumento de folletín”. Sin embargo, como nos recuerda en reciente entrevista otro artista nada complaciente, el director Ken Loach, un panfleto, sea película, libro o poema, “tiene que funcionar”: en este sentido, hay que decir que los engranajes narrativos de El honor perdido… funcionan con la frenética precisión de rotativa bien engrasada.
Poderío narrativo a pleno rendimiento
Porque Böll quiere contar la historia (y quiere hacerlo, no lo olvidemos, para ajustar cuentas con la prensa, sensacionalista y embustera) pero finge, o pretende, no novelarla. Su deseo se acerca a dejar constancia de los hechos, sin pasarlos por el tamiz esencialmente idealizador del género negro, más que a manipularlos sentimentalmente, como hicieran en la realidad los de EL PERIÓDICO. Esta tensión que surge del querer salirse del convencional guion novelesco sin poder (o sin desear demasiado) abandonarlo del todo resulta muy interesante. Por ejemplo, en uno de los primeros episodios que componen la obra la policía encuentra ropa blanca ensangrentada, pero Böll parece querer ahorrarnos los consabidos detalles morbosos: “No deseamos entrar en pormenores sangrientos: para eso remitimos al lector a la televisión y a las novelas de género. Si aquí ha de fluir algo no será la sangre”. Sin embargo, enseguida añade: “Todos sabemos lo espectacular que resulta la sangre sobre un fondo blanco. En semejantes condiciones, una pistola se convierte necesariamente en una inyección a chorro”. En otro punto de la narración escribe: “Aquí debemos volver atrás. Este recurso se llama en cinematografía y en literatura flashback”.
Sin preocuparse por los ambientes, sin asumir convenciones del género y con más romanticismo en su intención y actitud real que en su traslación ficticia, Heinrich Böll escribe una muy buena no-novela negra. Y es tan buen escritor que no puede evitar que algunos personajes queden retratados en sus mismas palabras, como le ocurre al comisario de la policía criminal Erwin Beizmenne, lamentable ejemplo de ignorancia, mala educación y modorra.
¡Bravo por esta lanza rota en
¡Bravo por esta lanza rota en honor de Heinrich Böll! Y a ver si alguna editorial española se acuerda de que en diciembre del año próximo se cumplirá el centenario de su nacimiento. Sería hora de ir recuperando en nuestro idioma la obra de este autor, que es uno de los pocos que agarraron por los cuernos el toro del amarillismo. Y hasta le cortó las dos orejas y el rabo, dando la vuelta al ruedo con devolución de prendas.
Sería lo justo y lo sensato
Sería lo justo y lo sensato que se reeditasen las hazañas toreras de Heinrich Böll, con el centenario de nacimiento como ocasión muy propicia para ello: ojalá se animen las editoriales a lanzarse al ruedo. Gracias por el comentario, que me alegra no sólo como ocasional rompedor de lanzas, sino también como puntual visitante semanal (aunque sea virtual) de La Modicana.
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