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Mientras tantoLas mujeres de las nuevas series de televisión

Las mujeres de las nuevas series de televisión


 

Al fin las series de televisión proporcionan modelos de mujer que ya no están subordinados a los de los hombres, que ya no son meros objetos de adorno, de deseo o de odio de sus compañeros. Ya no aparecen como víctimas del amor romántico. Las mujeres de determinadas series de televisión, quizás muy contadas, ya no se encuentran en posiciones subalternas. Son personajes por sí mismos. Por lo que valen, por lo que hacen. Son sujetos activos, no pasivos. Son dueñas de su historia. Su discurso no es una mera réplica. 

 

El surgimiento de estos relatos y estos personajes, paradójicamente, justo coincide con un momento en el que el machismo más rancio renace entre las generaciones más jóvenes, en las que impera la defensa y la reproducción de los roles masculino y femenino más tradicionales. Al menos, en España. Éste es un síntoma indiscutible de que hemos relajado la vigilancia sobre derechos demasiado recientemente logrados, sobre conquistas excesivamente jóvenes y, por tanto, enclenques. También, de que muchas de las concesiones que creemos como tales sólo logran perpetuar los papeles tradicionales que como condena tienen que seguir desempeñando las mujeres, como hemos insistido en alguna ocasión, por excesivamente biologistas y esencialistas, al tiempo que frenan carreras profesionales y producen frustraciones profundas.

 

Tal es así que ese “la existencia determina la conciencia” se cumple, fundamentalmente, con las madres. Éstas, inmediatamente después de serlo, cambian de manera de pensar, su orden de prioridades, radicalmente, todo, cosa que no sucede con los padres. La biología manda, impone su ley. Sólo sobre las mujeres. Lo dicen hasta ellas.

 

Corremos el riesgo de que las edades de la mujer se limiten a ser únicamente dos: la de objeto de deseo y, una vez que se acabe esa fase, la de ser madre por encima de todo. Fuera de esas dos fases, las mujeres pueden correr el riesgo de dejar de existir. Esta idea, que puede parecer exagerada, se hace perfectamente visible en esas tertulias, esos actos públicos, en los que no hay ni una sola mujer. La invisibilidad es el gran riesgo. 

 

Pero, como decíamos, nos encontramos con un puñado de producciones televisivas que, al menos, ponen en cuestión todo esto. Aunque, también, ponen de manifiesto las mil y una contradicciones, los mil y un problemas a los que se enfrenta la mujer que toma las riendas de su destino, que es protagonista de su propia vida y no sombra de nadie.

 

En la serie danesa Borgen, Birgitte Nyborg se convierte en primera ministra. Y su vida personal sufre un vuelco. La suya es una familia moderna, progresista, pero los acuerdos previos se rompen porque los sacrificios que ha de asumir el marido van más allá de lo que sería aceptable, quizás, para él, no sabemos si como persona o como hombre. Nyborg sufre. Pero se sobrepone. En Borgen vemos a la mujer esposa y madre. Somos testigos de su comportamiento privado. Pero también de su papel en el espacio público, siempre de difícil acceso para el género femenino. ¿Ejerce el poder como una mujer o como un hombre? Porque hay quienes marcan la diferencia: dicen que somos distintos en nuestra manera de organizar equipos y tomar decisiones. Nyborg es dialogante, pero también firme. Nyborg delega, pero las decisiones importantes las toma ella. Escucha a sus asesores, pero sabe cuándo se equivocan. A veces, sólo a veces, antepone los sentimientos a la eficacia. Pero, ¿sólo lo hacemos las mujeres? Nyborg lidera un gobierno tri o cuatripartito y tiene que hacer muchos equilibrios para que su Ejecutivo se sostenga. ¿Es su carácter de mujer el que lo hace posible? Alguien debería analizarlo con profundidad. También, sus gestos, su lenguaje no verbal. Ahí hay una tesis doctoral. 

 

En principio, la protagonista de Borgen es completamente distinta a la de The Good Wife. Porque Alicia Florrick es la que abandona su carrera profesional para ocuparse de las cuestiones domésticas para que su marido pueda desarrollar su meteórica carrera política. Lo hace como si fuera lo más natural del mundo. No como si fuera un sacrificio. Es su papel. Pero se produce un acontecimiento fatal en su vida que todo lo cambia. Florrick, en un momento dado, se ve obligada a comenzar a vivir por sus propios medios y, poco a poco, va emergiendo la persona que llevaba escondida mucho tiempo. Florrick rompe con su vida anterior en la que desempeñaba el tradicional papel de amante esposa, pero nunca del todo. Hay una sombra de pequeña falta de autenticidad, de hipocresía que hace que no la queramos del todo. Pero de papeles intermedios y llenos de contradicciones está llena nuestra sociedad. Es el trago antes de construir un mundo nuevo. Aunque la hipocresía y las concesiones también conllevan el peligro de que sigamos siendo lo de siempre sólo que mejor disfrazado.

 

Hablando de rupturas no hemos visto mayor que la que protagonizó otra de las grandes mujeres de las series contemporáneas, Carrie Madison, en Homeland, que mostró un chocante (para mentes bien-pensantes) rechazo ante la idea de ser madre. ¡Bien por el ataque a los tabús!

 

Estas tres que hemos mencionado no son las únicas mujeres que valen la pena como ejemplo. Ni siquiera son las únicas en sus respectivas series. Sobre todo en Borgen y en The Good Wife hay más modelos de mujer distintos además de los protagonistas que nos vienen muy bien como “contrajemplos” de lo que más domina entre lo que nos transmiten los medios de comunicación, las novelas y el cine. Son pequeñas cuotas, pequeñas alternativas que hacen visible que hay otras maneras de ser mujer y de vivir.

 

Los vemos también en The Americans y la fría, llena de convicciones y leal Elizabeth Jennings. Y, con más dudas, en House of Cards, con el ambiguo, raro, oscuro, sombrío, personaje de Claire Underwood, que arrastra una gran frustración, la de no ser madre. O incluso en The Newsroom, con Mackenzie MacHale, una mujer capaz de cambiar todo lo que hay a su alrededor.

 

Está muy bien denunciar lo que de malo hay en la publicidad y en la televisión, pero también, mostrar que hay pequeños oasis en este a veces desierto cultural. Si tenéis más ejemplos, serán bienvenidos. 

 

 

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