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Mientras tantoÖtzi, caso abierto

Ötzi, caso abierto

 

Lo agradable de escribir un blog sobre novela negra es que es difícil no encontrar inspiración para un post: por donde quiera que uno pase, el crimen se presenta como invitado inevitable en todas las fiestas del ser humano desde que hay historia.

 

O, como veremos, desde antes de que hubiese historia.

 

El Museo Arqueológico del Alto Adige, en Bonzano, la bonita y bilingüe (italo-germana) localidad del norte de Italia, esconde (en realidad “exhibe”) una pequeña sorpresa: el cuerpo de un habitante de los Alpes, encontrado congelado en un glacial en los años 90 por los Simon, un matrimonio de montañistas de paseo por la frontera montañosa entre Austria e Italia. La momia (pues momia es) se puede ver a través de un ventanuco, tumbada sobre una camilla, en una cámara con las condiciones ambientales idóneas para conservar el cadáver.

 

Tiene el brazo izquierdo cruzado sobre el cuello, conserva los dientes y  su piel reluciente recuerda el color de un cordero lechal recién salido del horno.

 

Se supone que nos debería impresionar su astronómica antigüedad: unos 5300 años. A mí me ha producido tan sólo una vaga tristeza. (Lo impresionante siempre es el cadáver de antes de ayer). Sin embargo, la exhibición de la momia, de sus vestiduras y de sus aparejos, dispuesto todo con admirable claridad y detalle en el museo, hicieron que me interesara por el tema.

 

Y hete aquí que, cuando ya había comenzado a escribir este post, me encuentro el mismo tema hojeando la prensa española, en donde se puede ver la foto de Ötzi —“El hombre de hielo”, como ha sido bautizado nuestro amigo—, junto con abundantes referencias científicas a su persona (en el propio artículo se enlaza aquí, donde aparece la foto de la momia y un informe científico completo).

 

Pero no es la cuestión científica la que aquí nos interesa. O, si nos interesa, lo es por estar relacionada con nuestro tema: el crimen.

 

Porque, según se indica en varios libros dedicados al misterio Ötzi que he podido consultar, sólo años después del hallazgo de la momia más antigua del mundo y su traslado al museo se descubrió, gracias a la nano tecnología, que El Hombre de hielo fue asesinado. Este descubrimiento tardío (que parece ser una teoría científicamente plausible, pero no incontrovertible) convierte un interesante hecho científico en un apasionante asunto criminológico para todos los públicos y visitantes del museo.

 

 La secuencia del crimen fue la siguiente: en primer lugar, a Ötzi se le arrojó una flecha que impactó en su hombro izquierdo, y que le cortó algunos nervios, dejándole inmovilizado parte del mismo, así como daños arteriales. La distancia del lanzamiento de la flecha fue, al parecer, de unos sesenta metros. Ötzi cayó al suelo en el lugar donde sería encontrado (no hay evidencias de que se le trasladara de sitio) cinco mil y pico años después. Las últimas investigaciones dicen que murió enseguida: pero algunos libros que he consultado en el propio museo hablan de varios días de agonía. El cuerpo presenta además un golpe en la cabeza (¿de la caída? ¿Fue rematado por sus perseguidores?). Además, junto a su mano derecha se halló un arma (una especie de puñal), lo que indica que la víctima pudo intentar defenderse de sus atacantes. (Digo “perseguidores” y “atacantes” en plural porque, según parece, se han detectado hasta cuatro tipo de ADN en la sangre presente en la escena del crimen).

 

 

Who? How? When? Where? Y, sobre todo: Why?


Y aquí quisiera ver aquí a Sherlock Holmes (el del “Brexit” del otro día), poniendo en acción sus prodigios casuísticos y deductivos, resolviendo el misterio y trasladando a la fiscalía el asunto, por si algún descendiente de la víctima (que según el artículo antes enlazado viven por Córcega o Cerdeña) quiere presentar denuncia a los descendientes de los sospechosos, al parecer dispersos por la zona de mar Adriático: que cosas más raras se han visto y han prosperado.

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